Al borde del abismo
Siempre he estado convencido de que lo mejor que podría pasarle a la humanidad es que haya una crisis económica que nos ponga al borde del abismo, para asustar a los políticos más allá de su incompetencia, miopía y egocentrismo, pero que no sea tan grave como para desestabilizar permanentemente a instituciones democráticas. Parece que finalmente nos estamos acercando a ese punto.
Pocas veces se han acumulado más malas noticias económicas en una
misma semana. Como si se tratase de un coro que busca una nota en la cual todas
las tesituras confluyen, noticias que provienen de sitios distantes parecen en
unísono decir que la economía mundial se está deteniendo y que lo que
enfrentamos no es una desaceleración cíclica normal, sino un severo atolladero
que proviene de factores profundamente estructurales y que, por ende,
permanecerán inmutables mientras no se resuelvan sus orígenes.
Empiezan a quedar atrás mitos risibles que iban desde el de la
inquebrantable naturaleza de la unión monetaria europea, hasta el del imparable
ímpetu con el que habrían de seguir creciendo en forma autosuficiente las
economías de los llamados BRIC's -Brasil, Rusia, la India y China-, pasando por
el inevitable dominio que éste último país habría de gozar dentro del orden
económico mundial. Una a una, las economías de estos países se han ido
deteniendo. En el caso de Rusia y Brasil, muestran estar peligrosamente
expuestas a caídas en los precios de las materias primas que exportan, petróleo
en el caso ruso y minerales en el caso brasileño. La economía de la India
presenta su menor crecimiento en más de una década, mientras que la economía
china se desacelera inexorablemente, a pesar del delicado momento político,
previo a la XVIII Convención del Partido Comunista, en la cual pasará la
estafeta de una generación a la siguiente.
En una execrable caída de fichas de dominó, al frenarse el consumo
de las frágiles economías europeas y estadounidense, caen las exportaciones
chinas. Esa caída combinada con el principio del estallido de la colosal burbuja
inmobiliaria china, provoca una menor demanda por petróleo y por materias primas
industriales, y ésta afecta a países exportadores como Australia, Brasil, Chile,
Rusia, etcétera. Entre los últimos días de mayo y los primeros de junio vimos
una fuerte caída en precios del mineral de hierro, por ejemplo. Se dice que la
caída en la demanda por este mineral, utilizado para la producción de acero, ha
llevado a que los almacenes en puertos chinos, como Quingdao, estén totalmente
repletos. Esto es una pésima noticia para empresas como la brasileña Vale do Rio
Doce, o para la anglo-australiana Río Tinto.
El crecimiento de la economía estadounidense se queda por debajo de
lo esperado para el primer trimestre al alcanzar apenas 1.9%, inferior a lo
esperado, y las expectativas para el segundo se reducen de 2.5% a 2%,
confirmando que ésta es la recuperación más tibia posterior a cualquier recesión
después de la Segunda Guerra Mundial. No sólo repuntó el desempleo oficial,
regresando a 8.2%, sino que la cifra más amplia de desempleo y subempleo,
conocida como U-6, llega a 14.8%, a pesar de que la participación de la
población en la fuerza laboral está en su menor nivel en décadas: 63.8%. Si
estuviera en niveles promedio históricos, habría tres millones más de
desempleados.
La bolsa estadounidense perdió lo que había ganado en el primer
trimestre (9%) para estar flat en el año, quizá por ello se deterioraron los
indicadores de confianza del consumidor, y las ventas de casas nuevamente
retrocedieron. Los mercados emergentes, sin embargo, cayeron aún más (12%),
mostrando el peor mayo desde la crisis asiática de 1998.
Los ojos del mundo están puestos en el abismo griego. Viene la
siguiente ronda de la elección Griega el 17 de junio, para definir si la
izquierda o la derecha logran, finalmente, formar una coalición. Sucesivas
encuestas muestran que si bien los griegos no quieren salir de la eurozona,
tampoco quieren someterse al brutal plan de austeridad propuesto, cuando el
desempleo rebasa ya 21%. En un juego perverso y potencialmente muy peligroso, la
izquierda asegura que la Sra. Merkel está blofeando al amenazar con correrlos de
la eurozona si no cumplen lo ofrecido por el gobierno previo para recibir el
paquete de ayuda económica. Syriza, el partido de izquierda que sorprendió al
quedar en segundo lugar en la última elección, promete cancelar 11 mil millones
de euros de recortes presupuestales previamente acordados, suspender el pago de
intereses sobre la deuda, revertir reformas laborales y aumentarle impuestos a
los ricos. El partido incluso propone recontratar a cien mil burócratas,
nacionalizar bancos y suspender el programa de privatizaciones. ¿Está un
panorama así más allá del abismo?
El desempleo en toda Europa alcanza 11%, con España (24%) y Grecia
en la parte superior de la tabla, y Austria y Holanda prácticamente en pleno
empleo (poco más de 3% de desempleo). Sin embargo, las perspectivas de una
salida griega desordenada son alarmantes. Mientras se define el panorama
político, los griegos sacan dinero de sus bancos, y portugueses y españoles
siguen su ejemplo. Ante la incertidumbre del euro, salen recursos de éste para
refugiarse en el dólar, y lo que prevalece en euros demanda bonos del tesoro
alemán, los cuales prácticamente pagan nada mientras un bono del tesoro español
a diez años paga casi 7%.
El bono del tesoro estadounidense a diez años, por primera vez en
la historia, paga una tasa inferior a 1.5%, por debajo de la tasa de inflación,
mostrando que en este momento la preocupación está en preservar capital, aunque
sea garantizando el deterioro del poder adquisitivo de éste.
En forma independiente, casi todos los bancos centrales del mundo
están inyectando liquidez no sólo para reanimar a sus economías, sino también en
una búsqueda desesperada por reanimar el apetito por riesgo. Quizá si no se le
paga a quienes tienen bonos, éstos buscarán consumir con ese dinero, o quizá se
aventuren a invertir en negocios o, al menos, en acciones. Sin embargo, en
países desarrollados con poblaciones envejeciendo, un panorama de tasas cercanas
a cero lleva a que infinidad de rentistas retirados, o quienes están prontos a
serlo, moderan su consumo ante la expectativa de que recibirán menos por su
ahorro.
Se espera que la Reserva Federal anuncie en los próximos días un
tercer programa de relajamiento cuantitativo (QE3), y se anticipan anuncios
similares del Banco Central Europeo y del Banco de Inglaterra. En mi opinión,
sin embargo, este tipo de paliativo es cada vez menos efectivo. Después de tres
años de tasas cercanas a cero, los mercados reaccionan como quien le hecha papel
periódico a la chimenea, con un flamazo efímero. La gente se empieza a preocupar
al ver cómo siguen creciendo los ya colosales balances de los bancos centrales,
como un desesperado médico que colma de medicamentos a un grave enfermo que no
logra reaccionar al tratamiento. Esa preocupación se traduce en inmovilidad,
dejando de consumir a nivel de los individuos y familias, y dejando de contratar
e invertir a nivel de las empresas.
Por si no bastara con todo lo anterior, la economía estadounidense
enfrenta el llamado "fiscal cliff", a este abismo fiscal se llega si el
legislativo de ese país no logra ponerse de acuerdo en medidas para balancear
fiscalmente a la economía. Esta situación llevaría a recortes automáticos en
gastos del gobierno y a incrementos automáticos en impuestos que, combinados, le
restarían más de dos puntos porcentuales de crecimiento económico a la economía.
Evidentemente, a nadie le conviene que eso ocurra, pero ya estamos a principios
de junio y nadie intenta poner algún acuerdo sobre la mesa, lo cual pone muy
nerviosos a los mercados.
El abismo está tan presente que empieza a ser posible tener un poco
(repito: poco) de optimismo. Las amenazas sobre la economía mundial son tan
graves y evidentes que empieza a ser imposible hacerse de la vista gorda. Ni
siquiera es posible hacerlo en medio de ambientes claramente electorales en
decenas de países.
En el caso europeo, que es el riesgo más inminente, se empiezan a
barajar soluciones realistas, aunque complejas y dolorosas. Dos que se repiten
con insistencia son el rescate conjunto de todos los bancos de la eurozona (y la
instauración de un seguro que proteja a quienes depositan su ahorro en los
bancos de la región), y la emisión de un "eurobono". La primera medida haría que
ya no haya bancos españoles o alemanes, sino simplemente europeos, terminaría de
tajo con la incertidumbre sobre la salud de la banca, desmotivando corridas
contra los bancos más débiles y transferencias de recursos de los países más
golpeados, como Grecia o España, a los más fuertes, como Alemania; y la segunda
reduciría de tajo las estratosféricas tasas de interés que países como Italia y
España están pagando por su deuda. En estos niveles de tasa, ambos países son,
sin duda, inviables.
Las medidas serían lógicas, pero requieren del apoyo alemán. Éste
será extremadamente difícil de lograr porque implican que Alemania asuma
contingencias financieras de otros países, lo cual está prohibido por su
constitución. En un momento de riesgo extremo, el mayor problema, en mi opinión,
está en la inevitable demora que provendría de la probabilidad de que las cortes
alemanas exigirían no sólo que el Bundestag (el legislativo) aprobara la medida,
sino que fuese ratificado por un referéndum nacional.
El tamaño del rescate necesario parece crecer todos los días. Se
estima que los bancos españoles, por ejemplo, requieren entre 60 y 80 mil
millones de euros de capital adicional. El nivel de cartera vencida de éstos
asciende a 8.4% de la cartera total, 30% más de lo que era hace menos de un año,
y aún falta reconocer mucho más. (Le recomiendo un libro que explica por qué iba
a ocurrir exactamente esto).
Desde la óptica alemana, países como Grecia o España tienen que
aprovechar verse al borde del abismo para hacer reformas estructurales que
serían políticamente impensables en momentos estables. Sólo estarán dispuestos a
aumentar edades de retiro, reducir subsidios gubernamentales, combatir la
evasión fiscal y flexibilizar sus mercados laborales, entre otras medidas, si
sienten que esa es su única alternativa para evitar que sus economías se
colapsen.
La proximidad del abismo nos debe dar esperanza. Pero jugar con el
abismo es peligroso porque siempre es posible que el cálculo falle y que resulte
que la orilla estaba mucho más cerca de lo que pensábamos.
Jorge Suárez Vélez
Junio 4, 2012