En el mundo instantáneo de redes sociales y satisfactores
inmediatos que vivimos resulta cada vez más difícil mantener perspectiva
histórica. Por ello, hay una tendencia natural, pero poco sana, de ver cada
momento en forma aislada y abstraerlo de su contexto temporal. Intentemos, por
un momento, alejarnos y tomar un ángulo que nos deje ver no los árboles, sino el
bosque, e incluso más allá de éste.
La economía mundial ha estado viviendo una sucesión de estallidos
de crisis económicas. Las medidas paliativas que se toman para reducir el dolor
de sus consecuencias allanan un terreno fértil en el cual florece el siguiente
ciclo de exceso y desplome. Ya sea que la veamos como una misma crisis en fases
que se manifiestan cada década, o como una sucesión de crisis, en el fondo, los
motivos estructurales de éstas son los mismos cada vez más presentes, aunque
poco se hace para resolverlos. Enumero los que me parecen más
relevantes:
- La población de las economías industrializadas está envejeciendo y los grandes estados benefactores no cuentan con los recursos para ofrecer garantías de cuna a tumba a sus pueblos, incluyendo vivienda, salud y educación.
- La globalización ha incrementado exponencialmente la oferta laboral no calificada que procede de países muy poblados: China, Brasil, la India, Indonesia, México y otros. Como consecuencia, el crecimiento de la productividad pasó de 1.5% al año a principios de los noventa, a 3% ahora (según datos de la empresa de análisis BCA). Esto ha castigado a los trabajadores menos educados y ha premiado a los dueños del capital. Por ende, la distribución del ingreso está cada vez más polarizada y, algo muy relevante:
- La acumulación de ahorro se encuentra en su punto más alto en tres décadas, dado que los ricos ahorran más que los pobres. Más de la mitad del ahorro global proviene ya de economías emergentes. En éstas, esa polarización se acentúa debido a su debilidad institucional, a condiciones oligopólicas, a la pobre oferta educativa, a la debilidad de su estado de derecho, y consecuentemente, al grotesco aumento de la corrupción.
- Sin duda, el sistema financiero ha fracasado rotundamente en el proceso de asignar en forma eficiente ese creciente excedente de ahorro, y por ello hemos visto una sucesión de excesos y de burbujas generadas por éstos.
Como expliqué ampliamente en mi libro La próxima gran caída de la economía
mundial (Random House), el primer estallido con grandes
consecuencias se dio en Japón en 1989. Éste fue de tal magnitud que el índice
Nikkei sigue 65% por debajo del máximo alcanzado hace casi 24 años. Pero,
las medidas paliativas después de esa crisis provocaron otra burbuja en las
economías de los "tigres" asiáticos que reventó en 97, ésta llevó a una
sobreasignación de recursos en empresas de tecnología ("dot com"), cuya burbuja
reventó en 2001, y ese estallido llevó a otra sobreasignación ahora al mercado
de bienes raíces que detonó en 2008. Después de ésta, la sobreasignación se ha
dado hacia mercados emergentes y recientemente al mercado de bonos de alta
calidad crediticia. En forma alarmante, la medida paliativa más agresiva la
generó China al aumentar la disponibilidad de crédito local en 8.5 millones de
millones de dólares. Claramente, es imposible abrir la llave de crédito así sin
provocar un problema en el sistema bancario. ¿Será ésta la próxima crisis? La
pregunta adquiere peso si consideramos que parte del crédito se fue a construir
ciudades fantasma e inmuebles, 60 millones de los cuales se encuentran vacíos.
Por todo lo anterior, a pesar de la expansión sin precedente en los
balances de los bancos centrales del mundo industrializado, que han salido a
imprimir dinero agresivamente, en mi opinión, aún no es momento de preocuparnos
porque asome la cabeza la inflación. Para que la haya, tiene que haber consumo y
éste es la alternativa al ahorro. Por ahora, la debilidad del consumo seguirá
presente por el alto endeudamiento de las familias, por motivos demográficos
(los viejos gastan menos que los jóvenes), y por el entorno incierto. Más aún,
la presión francamente deflacionaria continuará.
Si lo que hemos visto en los últimos años en China es una
sobreasignación de recursos a crédito, ésta provocó excedentes de capacidad
industrial instalada que creció mucho más rápido que la capacidad global de
consumir lo que con ella se produce. Esto se combina, además, con la nueva
política económica japonesa de Shinzo Abe, el primer ministro, a quien parece
venírsele el mundo encima. La totalidad de la emisión de deuda del gobierno
japonés apenas cubre el costo financiero de su colosal endeudamiento. Después de
dos décadas sin crecimiento económico y de acumular déficit fiscales año tras
año, alcanzan un endeudamiento público de 245% del PIB, el más alto del mundo.
La única alternativa que tendrá Japón es, una vez más, imprimir agresivamente
para forzar una devaluación del yen, primero para revertir su déficit comercial
(por 78 mil millones de dólares en 2012), tratando de utilizar el excedente de
capacidad que ellos también tienen, y segundo para tratar de generar algo de
inflación y reducir el peso de su deuda. La segunda y la tercera economías más
grandes del mundo -que sumadas son del tamaño nominal de la estadounidense-
estarán ambas exportando deflación; Japón tratando de exportar como sea, y China
reduciendo su demanda por materias primas (su índice PMI de junio se redujo a
48.1, cifra que indica una clara contracción de su actividad manufacturera).
Parecemos condenados a un entorno internacional de deflación, proteccionismo y
de devaluaciones competitivas.
Ben Bernanke no anunció el fin al programa de expansión monetaria
-conocido como QE- porque haya señales de inflación. Lo hace porque la economía
estadounidense empieza a recuperarse y, por ello, este parece un buen momento
para muy gradualmente irle retirando las inyecciones de adrenalina al paciente y
ver cómo reacciona sin éstas. El programa ha consistido en
imprimir dólares para con éstos comprar bonos gubernamentales e hipotecarios,
para así forzar a la baja a las tasas de interés y generar demanda por inmuebles
(y otros activos reales). En su última fase, la Fed ha estado adquiriendo
85 mil millones de dólares de bonos cada mes. Conforme el inventario de
propiedades en venta se ha ido limpiando, pudiera ser razonable retirar el
apoyo, máxime porque también se ha generado un efecto riqueza conforme los
dueños de inmuebles ven cómo se ha recuperado su precio y se animan a gastar un
poco más. Además, dado que el entorno sigue siendo incierto, lo último que
quiere el banco central estadounidense es agotar su arsenal; dejar algo de
pólvora seca parece la opción prudente.
Las implicaciones para invertir son negativas para mercados
emergentes, principalmente para los países más dependientes de exportarle
materias primas a China -Brasil, Perú, Chile, Colombia- e incluso para algunos
industrializados como Canadá o Australia. Si, además, la gradual alza de las
tasas de interés estadounidenses provocan un fortalecimiento del dólar, habrá
mayor presión para que aquellos países que se han vuelto adictos al flujo
internacional de recursos eleven también sus tasas de interés locales para
evitar salidas masivas de dinero. En ese caso, nuevamente, parecen más expuestos
los países emergentes que generan déficit en cuenta corriente, como Brasil,
Turquía, la India, Colombia y Sudáfrica. El crecimiento de éstos se vería
mermado con un alza en tasas locales. En general, la generación de superávit de
cuenta corriente en el universo de los países emergentes se ha reducido de 5%
del PIB en 2006 a 1% ahora (según datos de BNP Paribas), a pesar de los
enormes superávit de países petroleros de Medio Oriente y de China. Cada vez
será más importante diferenciar entre unos países emergentes y otros. México,
por ejemplo, es un gran exportador de manufacturas -no de materias primas- que
se beneficiará tanto del cambio de modelo de crecimiento chino como de la
recuperación estadounidense.
La bolsa estadounidense debe beneficiarse de la recuperación
económica local, aunque ya no al vertiginoso ritmo de alza que presentó en el
primer semestre de 2013, y seguramente resentirá un poco el entorno global de
bajo crecimiento. En la medida en que veamos una gradual normalización de las
tasas de interés, conforme se retire la Reserva Federal del mercado (lo cual irá
dándose muy lentamente en un proceso que podría tomar años), se detendrá el alza
en el mercado inmobiliario local y veremos pérdidas importantes en los mercados
de bonos de alta calidad y un fortalecimiento del dólar. Estados Unidos se verá
probablemente beneficiado por una potencial caída en los precios del petróleo, y
la reducción en los precios de materias primas les permitirá mantener
estabilidad de precios aun en medio de una gradual recuperación
económica.
El entorno seguirá siendo negativo para el oro, por la falta de
inflación y porque el alza en las tasas de interés en dólares implica un mayor
costo de oportunidad al mantenerlo en las carteras de inversión. Por lo pronto,
sin embargo, en un mundo inundado en ahorro y viendo a las tasas de estos bonos
como el precio del ahorro, no parece factible que veamos alzas violentas, aun
considerando el retiro de la Reserva Federal del mercado. En cualquier caso,
parece que la volatilidad sí será un factor cada vez más presente.
Jorge Suárez Vélez
Junio 21, 2013
0 comentarios:
Publicar un comentario