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viernes, 27 de febrero de 2015
Feliz Cumpleaños RoccaCharts! Ocho años al Servicio del Inversor!
Feliz Cumpleaños RoccaCharts!
Ocho años se cumplen hoy desde aquel 27 de Febrero del 2007 donde postee el primer comentario, dándoles la bienvenida al sitio de análisis técnico financiero: http://roccacharts.blogspot.com.ar/2007/02/estimados-amigos-he-creado-este-sitio.HTML
Recuerdo que el blog se creó como sugerencia de un ex administrador del foro de discusión de una Sociedad de Bolsa de Argentina (gracias Adrián!).
Como al escribir en el foro los comentarios iban quedando relegados por los nuevos, los gráficos que colocaba allí se iban perdiendo de las primeras páginas y como resultaban interesantes a la audiencia la idea era colocarlos en un lugar externo al sitio, como por ejemplo un blog.
Como mi seudónimo en ese foro era Rocca y publicaba gráficos en el mismo (charts, en inglés), el blog pasó a tener el nombre de RoccaCharts, es decir, los gráficos de Rocca.
Un saludo a todos mis lectores, alumnos, amigos y seguidores de RoccaCharts de todos estos años!!!!
Rocca
martes, 17 de diciembre de 2013
Jorge Suárez Vélez : La incertidumbre será el tema en 2014
Se acerca el fin de 2013 que, a no ser que algo inesperado ocurra,
será extraordinario para el mercado accionario estadounidense que ha mostrado un
alza de más de 27% hasta mediados de diciembre. Este desempeño es una victoria
para la Reserva Federal. Ésta influyó agresivamente en las tasas
de interés de largo plazo para buscar que se diera una reasignación de recursos,
restándole atractivo a los mercados de bonos para que mucha de la cautelosa
liquidez estacionada en éstos tuviera que salir a tomar riesgo en el mercado
accionario y en otros mercados de activos reales, como el de bienes raíces. En
2014 sabremos si la chispa generada con estímulo monetario será suficiente para
generar una recuperación sostenible, o si simplemente se trató de una victoria
pírrica que engendró burbujas en diferentes mercados, cuyo potencial estallido
se traducirá en volatilidad, haciendo que los inversionistas se mantengan al
margen.
Alan Greenspan, quien presidió la Reserva Federal desde 1987 hasta
2006, dijo en una entrevista con Fareed Zakaria en CNN que la economía
mundial está entrando en el peor período de incertidumbre que él recuerde, lo
cual no es una afirmación menor proviniendo del casi nonagenario economista.
Subraya que hace dos años vimos el menor nivel de reinversión en compra de
bienes de capital del flujo de efectivo producido por las empresas desde
1938.
En mi opinión, hay muchos elementos a considerar. Claramente, sí
estamos por ver el desenlace de una medida desesperada con la cual la Reserva
Federal logró reducir el costo de hipotecas y otros tipos de crédito al comprar
bonos del tesoro a largo plazo. Influyó así en reducir las tasas que se utilizan
como referencia para esas transacciones. El tema no es si el balance del banco
central ha crecido de más (a casi cuatro millones de millones de dólares), pues
sería posible hacer un asiento contable en el cual simplemente se neteara ese
activo del gobierno en los libros de la Reserva Federal con el pasivo del
gobierno que aparece como emisión de bonos en los libros del Tesoro
estadounidense. El problema es cómo reaccionarán los grandes inversionistas
institucionales ante la expectativa de que la Reserva Federal deje de comprar
esos bonos, considerando que los 85 mil millones de dólares que adquieren cada
mes absorben alrededor de tres cuartas partes de la oferta total.
Lo que hasta hoy se ha logrado con este agresivo estímulo monetario
es forzar a los inversionistas a tomar riesgo ante la certeza de que al invertir
en bonos de alta calidad crediticia, ni siquiera logran compensar la tasa de
inflación. Muchos inversionistas institucionales están teniendo la difícil
decisión de tomar más riesgo de crédito, más plazo del que querrían, o estar más
invertidos en acciones u otros activos más riesgosos. Sabemos que cuando la
Reserva Federal vaya dejando de influir en las tasas, la distribución de las
carteras de inversión se normalizará, lo cual puede implicar fuertes salidas del
mercado accionario, e incluso mucho menor demanda de inmuebles y otros activos,
conforme inversionistas rentistas tengan acceso a bonos que ofrezcan tasas
razonables.
Conforme vemos que la economía estadounidense da muestras de
recuperación, crece la presión por revertir el colosal estímulo monetario antes
de que se empiece a recuperar el multiplicador monetario, de que veamos que
resurge el crédito y la velocidad del dinero, potencialmente generando inflación
que podría salirse de control en un proceso que equivaldría a prender un cerillo
en una habitación anegada de gasolina.
Viene un entorno extremadamente complicado tanto para los
inversionistas a nivel personal como para los bancos e instituciones
financieras. Para muchos inversionistas, ha sido extraordinariamente rentable y
seguro invertir en bonos durante los últimos treinta años, debido a que hemos
tenido un entorno de tasas a la baja. Conforme las tasas de los nuevos bonos
resultan inferiores a las de bonos en el portfolio del inversionista, el precio
de estos últimos se revalúa. Ahora, tendremos el entorno opuesto.
Para las instituciones financieras, el reto será mayor. El entorno
de tasas a la baja permitió jugosas ganancias posibles debido a la poca
transparencia que hay cuando se opera en el mercado de bonos, mientras que en
las últimas décadas la rentabilidad para intermediarios financieros que operan
en el mercado accionario se ha reducido más de 90%. Ahora será mucho más
complicado generar márgenes en mercados de bonos con precios a la baja, un
entorno que también podría prevalecer por décadas.
Por último, algo que ha favorecido claramente la inversión en
acciones ha sido que, dadas las bajas tasas de interés, cuando se calcula el
valor presente de las empresas se utilizan muy bajas tasas de descuento de
utilidades futuras. A tasas más altas, la valuación de las empresas parecerá
menos atractiva. No podemos afirmar que el mercado accionario esté inflado[1], pues el proceso de
hacer más eficientes a las empresas estadounidenses ha sido extraordinario, pero
tampoco está barato.
Como dice Greenspan, viene un entorno impredecible. Lo es, en buena
medida, porque el mundo nunca vio estímulo monetario de la magnitud que hemos
visto no sólo por parte de la Reserva Federal, sino también de los bancos
centrales de Europa, Japón, Suiza, el Reino Unido y otros. No existe precedente
de un proceso en el cual se revierta un estímulo de esta magnitud. La
normalización de tasas puede también afectar a la delicada situación de muchos
bancos europeos y quizá incluso precipitar, finalmente, que revienten burbujas
inmobiliarias que se presentan en diferentes mercados desde Brasil hasta China.
A pesar de que la economía estadounidense se recupera, de que
finalmente dejó atrás nubarrones presupuestales que amenazaban aguar la fiesta
en 2014 y de que la emergencia europea parece superada, hay que tener cuidado de
no echar campanas al vuelo en forma prematura. Salir de la peor crisis económica
mundial desde la Gran Depresión no estará exento de tropiezos, ni en el más
optimista de los escenarios. A pesar del estelar desempeño de las bolsas, debe
imperar la prudencia.
Jorge Suárez Vélez
Diciembre 13, 2013
[1] Si consideramos 95 dólares de utilidades generadas por
las empresas del S&P 500 los últimos doce meses (según análisis de
Jim Chanos), a más de 18 veces utilidades, necesitaríamos ver crecimiento sólido
para justificar la valuación.
miércoles, 26 de junio de 2013
Jorge Suárez-Vélez : Inflación o deflación
En el mundo instantáneo de redes sociales y satisfactores
inmediatos que vivimos resulta cada vez más difícil mantener perspectiva
histórica. Por ello, hay una tendencia natural, pero poco sana, de ver cada
momento en forma aislada y abstraerlo de su contexto temporal. Intentemos, por
un momento, alejarnos y tomar un ángulo que nos deje ver no los árboles, sino el
bosque, e incluso más allá de éste.
La economía mundial ha estado viviendo una sucesión de estallidos
de crisis económicas. Las medidas paliativas que se toman para reducir el dolor
de sus consecuencias allanan un terreno fértil en el cual florece el siguiente
ciclo de exceso y desplome. Ya sea que la veamos como una misma crisis en fases
que se manifiestan cada década, o como una sucesión de crisis, en el fondo, los
motivos estructurales de éstas son los mismos cada vez más presentes, aunque
poco se hace para resolverlos. Enumero los que me parecen más
relevantes:
- La población de las economías industrializadas está envejeciendo y los grandes estados benefactores no cuentan con los recursos para ofrecer garantías de cuna a tumba a sus pueblos, incluyendo vivienda, salud y educación.
- La globalización ha incrementado exponencialmente la oferta laboral no calificada que procede de países muy poblados: China, Brasil, la India, Indonesia, México y otros. Como consecuencia, el crecimiento de la productividad pasó de 1.5% al año a principios de los noventa, a 3% ahora (según datos de la empresa de análisis BCA). Esto ha castigado a los trabajadores menos educados y ha premiado a los dueños del capital. Por ende, la distribución del ingreso está cada vez más polarizada y, algo muy relevante:
- La acumulación de ahorro se encuentra en su punto más alto en tres décadas, dado que los ricos ahorran más que los pobres. Más de la mitad del ahorro global proviene ya de economías emergentes. En éstas, esa polarización se acentúa debido a su debilidad institucional, a condiciones oligopólicas, a la pobre oferta educativa, a la debilidad de su estado de derecho, y consecuentemente, al grotesco aumento de la corrupción.
- Sin duda, el sistema financiero ha fracasado rotundamente en el proceso de asignar en forma eficiente ese creciente excedente de ahorro, y por ello hemos visto una sucesión de excesos y de burbujas generadas por éstos.
Como expliqué ampliamente en mi libro La próxima gran caída de la economía
mundial (Random House), el primer estallido con grandes
consecuencias se dio en Japón en 1989. Éste fue de tal magnitud que el índice
Nikkei sigue 65% por debajo del máximo alcanzado hace casi 24 años. Pero,
las medidas paliativas después de esa crisis provocaron otra burbuja en las
economías de los "tigres" asiáticos que reventó en 97, ésta llevó a una
sobreasignación de recursos en empresas de tecnología ("dot com"), cuya burbuja
reventó en 2001, y ese estallido llevó a otra sobreasignación ahora al mercado
de bienes raíces que detonó en 2008. Después de ésta, la sobreasignación se ha
dado hacia mercados emergentes y recientemente al mercado de bonos de alta
calidad crediticia. En forma alarmante, la medida paliativa más agresiva la
generó China al aumentar la disponibilidad de crédito local en 8.5 millones de
millones de dólares. Claramente, es imposible abrir la llave de crédito así sin
provocar un problema en el sistema bancario. ¿Será ésta la próxima crisis? La
pregunta adquiere peso si consideramos que parte del crédito se fue a construir
ciudades fantasma e inmuebles, 60 millones de los cuales se encuentran vacíos.
Por todo lo anterior, a pesar de la expansión sin precedente en los
balances de los bancos centrales del mundo industrializado, que han salido a
imprimir dinero agresivamente, en mi opinión, aún no es momento de preocuparnos
porque asome la cabeza la inflación. Para que la haya, tiene que haber consumo y
éste es la alternativa al ahorro. Por ahora, la debilidad del consumo seguirá
presente por el alto endeudamiento de las familias, por motivos demográficos
(los viejos gastan menos que los jóvenes), y por el entorno incierto. Más aún,
la presión francamente deflacionaria continuará.
Si lo que hemos visto en los últimos años en China es una
sobreasignación de recursos a crédito, ésta provocó excedentes de capacidad
industrial instalada que creció mucho más rápido que la capacidad global de
consumir lo que con ella se produce. Esto se combina, además, con la nueva
política económica japonesa de Shinzo Abe, el primer ministro, a quien parece
venírsele el mundo encima. La totalidad de la emisión de deuda del gobierno
japonés apenas cubre el costo financiero de su colosal endeudamiento. Después de
dos décadas sin crecimiento económico y de acumular déficit fiscales año tras
año, alcanzan un endeudamiento público de 245% del PIB, el más alto del mundo.
La única alternativa que tendrá Japón es, una vez más, imprimir agresivamente
para forzar una devaluación del yen, primero para revertir su déficit comercial
(por 78 mil millones de dólares en 2012), tratando de utilizar el excedente de
capacidad que ellos también tienen, y segundo para tratar de generar algo de
inflación y reducir el peso de su deuda. La segunda y la tercera economías más
grandes del mundo -que sumadas son del tamaño nominal de la estadounidense-
estarán ambas exportando deflación; Japón tratando de exportar como sea, y China
reduciendo su demanda por materias primas (su índice PMI de junio se redujo a
48.1, cifra que indica una clara contracción de su actividad manufacturera).
Parecemos condenados a un entorno internacional de deflación, proteccionismo y
de devaluaciones competitivas.
Ben Bernanke no anunció el fin al programa de expansión monetaria
-conocido como QE- porque haya señales de inflación. Lo hace porque la economía
estadounidense empieza a recuperarse y, por ello, este parece un buen momento
para muy gradualmente irle retirando las inyecciones de adrenalina al paciente y
ver cómo reacciona sin éstas. El programa ha consistido en
imprimir dólares para con éstos comprar bonos gubernamentales e hipotecarios,
para así forzar a la baja a las tasas de interés y generar demanda por inmuebles
(y otros activos reales). En su última fase, la Fed ha estado adquiriendo
85 mil millones de dólares de bonos cada mes. Conforme el inventario de
propiedades en venta se ha ido limpiando, pudiera ser razonable retirar el
apoyo, máxime porque también se ha generado un efecto riqueza conforme los
dueños de inmuebles ven cómo se ha recuperado su precio y se animan a gastar un
poco más. Además, dado que el entorno sigue siendo incierto, lo último que
quiere el banco central estadounidense es agotar su arsenal; dejar algo de
pólvora seca parece la opción prudente.
Las implicaciones para invertir son negativas para mercados
emergentes, principalmente para los países más dependientes de exportarle
materias primas a China -Brasil, Perú, Chile, Colombia- e incluso para algunos
industrializados como Canadá o Australia. Si, además, la gradual alza de las
tasas de interés estadounidenses provocan un fortalecimiento del dólar, habrá
mayor presión para que aquellos países que se han vuelto adictos al flujo
internacional de recursos eleven también sus tasas de interés locales para
evitar salidas masivas de dinero. En ese caso, nuevamente, parecen más expuestos
los países emergentes que generan déficit en cuenta corriente, como Brasil,
Turquía, la India, Colombia y Sudáfrica. El crecimiento de éstos se vería
mermado con un alza en tasas locales. En general, la generación de superávit de
cuenta corriente en el universo de los países emergentes se ha reducido de 5%
del PIB en 2006 a 1% ahora (según datos de BNP Paribas), a pesar de los
enormes superávit de países petroleros de Medio Oriente y de China. Cada vez
será más importante diferenciar entre unos países emergentes y otros. México,
por ejemplo, es un gran exportador de manufacturas -no de materias primas- que
se beneficiará tanto del cambio de modelo de crecimiento chino como de la
recuperación estadounidense.
La bolsa estadounidense debe beneficiarse de la recuperación
económica local, aunque ya no al vertiginoso ritmo de alza que presentó en el
primer semestre de 2013, y seguramente resentirá un poco el entorno global de
bajo crecimiento. En la medida en que veamos una gradual normalización de las
tasas de interés, conforme se retire la Reserva Federal del mercado (lo cual irá
dándose muy lentamente en un proceso que podría tomar años), se detendrá el alza
en el mercado inmobiliario local y veremos pérdidas importantes en los mercados
de bonos de alta calidad y un fortalecimiento del dólar. Estados Unidos se verá
probablemente beneficiado por una potencial caída en los precios del petróleo, y
la reducción en los precios de materias primas les permitirá mantener
estabilidad de precios aun en medio de una gradual recuperación
económica.
El entorno seguirá siendo negativo para el oro, por la falta de
inflación y porque el alza en las tasas de interés en dólares implica un mayor
costo de oportunidad al mantenerlo en las carteras de inversión. Por lo pronto,
sin embargo, en un mundo inundado en ahorro y viendo a las tasas de estos bonos
como el precio del ahorro, no parece factible que veamos alzas violentas, aun
considerando el retiro de la Reserva Federal del mercado. En cualquier caso,
parece que la volatilidad sí será un factor cada vez más presente.
Jorge Suárez Vélez
Junio 21, 2013
miércoles, 29 de mayo de 2013
Jorge Suárez-Vélez : Demografía es destino
Demografía es destino
Mi papá siempre me decía que el sentido común es el menos común de
los sentidos. En este momento, yo iría más lejos, es como si la sensatez hubiera
decidido tomarse unas prolongadas e inmerecidas vacaciones. Una y otra vez
analizamos problemas concretos para los que aplican soluciones que son evidentes
o inevitables, pero parece haber una incapacidad absoluta para confrontarlos y
resolverlos.
Quizá es injusto imputarle toda la culpa a esa aparente ausencia de
racionalidad. Por una parte, hay poderosas fuerzas a las cuales les conviene
preservar el status quo, a pesar de que éste implique un cierto suicidio a largo
plazo; el mantra parece ser, como dijo Keynes, que a largo plazo todos estamos
muertos, así que por qué desgastarnos demasiado buscando soluciones de fondo
-educación, edad de retiro, beneficios, etc.- cuyo impacto se notará décadas más
tarde. Por otro lado, ciertamente, también estamos viviendo tiempos que no
tienen precedente histórico y eso genera, en el mejor de los casos, enorme
confusión; en el peor, provee invaluables pretextos para justificar inmovilidad
o emprender acciones a largo plazo equivocadas.
En mi opinión, hay grandes temas que permanecen parcial o
totalmente ausentes en el debate. El primer tema es el demográfico. Dicho
simplemente, los sistemas de pensiones y previsión que se establecieron hace
décadas en países industrializados, simplemente cometieron un colosal error
actuarial. Independientemente de casos ridículos como el retiro en Grecia a los
50 años para ciertos sectores o en Francia a los 60, en el caso estadounidense
se estableció la edad fija de retiro en 65 años, sin considerar que la esperanza
de vida iría aumentando. En aquel momento, ésta era de 63 años y ahora es de
casi 80. Eso provoca dos grandes problemas. Primero, que la gente ahora o
depende del estado y/o de su propia capacidad de ahorro durante una cuarta parte
de su vida total. En términos de gasto en salud, esos son los años en los que
más recursos tendrá que desembolsar para hacer frente a los males naturalmente
causados por el envejecimiento y a la mayor necesidad de cuidado. En casos
extremos, por ejemplo el de ciertos trabajadores gubernamentales, estarán en
retiro durante más años de los que estuvieron laboralmente activos. Segundo, que
simplemente tiene menos años para generar ingreso y ahorrar, los últimos años de
actividad pueden ser un periodo que permite buen ahorro porque usualmente el
gasto en la educación de los hijos ya acabó, y en muchos casos la vivienda ya
está también totalmente pagada.
La aritmética simplemente no da y urge un cambio impostergable: la
gente tiene que retirarse no un poco más tarde, sino que mucho después.
Razonablemente, se debería considerar el retiro a los 70 o incluso a los 75
años, e indizar esa cifra al incremento que se vaya dando en la esperanza de
vida, que seguramente seguirá aumentando, al menos en países razonablemente
desarrollados. Esto genera dos beneficios importantes. Así la gente depende del
sistema o de su ahorro durante menos años y tiene cinco o diez años más para
acumular reservas.
En América Latina, los sistemas privados de retiro tuvieron su
origen en los ochenta en el sistema chileno de AFP's que ha sido
replicado con menores o mayores variantes en muchos países latinoamericanos como
México, Colombia y Perú. Argentina era parte de esa lista hasta que su populista
gobierno decidió robar esos recursos (perdón por utilizar ese verbo tan duro,
pero no hay otro que describa mejor lo ocurrido). Dado que fueron los
precursores, los primeros chilenos en aportar al sistema se están retirando
ahora y éstos se topan con una dura realidad: no les alcanza para vivir con los
recursos ahorrados. Una vez más, este problema proviene de tres errores
importantes. De que el número de años durante los que se está ahorrando es
demasiado bajo para gente que podría necesitar vivir con esas reservas durante
20, 25, o más años. Además, la proporción del ingreso que se ahorró en forma
obligatoria fue, quizá, demasiado baja (aunque el problema sería menor si la
gente simplemente trabajara más años). Por último, quizá nunca debió definirse
esa aportación como una solución única para la pensión, sino como un ahorro que
requería de ser complementado con otras fuentes de ahorro voluntario, o con
fondos del gobierno para la parte de la población con menores ingresos.
En los países industrializados el problema es mucho mayor. En
Estados Unidos, los planes de beneficios a los que se han comprometido los
gobiernos estatales, por ejemplo, implicarían la quiebra técnica de éstos, pues
ni remotamente han reservado suficientes recursos para hacerle frente a esa
obligación que crece exponencialmente. ¿Por qué posponer el momento de enfrentar
el problema y por qué seguir dejándolo crecer? Toda respuesta desafía al sentido
común, nuevamente. En Europa, dado el arraigo cultural en la consciencia popular
de que es responsabilidad del estado encargarse de sus ciudadanos desde que
nacen hasta que mueren, incluyendo temas de vivienda, educación y salud, la
situación es aritméticamente gravísima, particularmente cuando uno incorpora la
variable del crecimiento poblacional que es ínfimo en los mejores casos y
negativo en los peores.
¿Cuáles serían las soluciones óptimas? Además de incrementar la
edad de retiro e indizarla a la esperanza de vida, habría que considerar la
necesidad de cambiar todos los sistemas de pensiones de beneficio definido por
sistemas de aportación definida. Esto quiere decir que ningún estado, empresa
pública o privada tiene que lidiar con la contingencia de pensiones eternas en
las que lo que recibirá el retirado será sensiblemente superior a la suma de sus
aportaciones individuales acumuladas. Según un cálculo del Urban
Institute, en Estados Unidos una pareja casada que se retiró en 2011 a los
65 años y que percibió un ingreso medio, recibirá en promedio tres dólares de
beneficios de Medicare por cada dólar que aportó de impuestos a ese
sistema, si sólo uno de los conyugues estuvo en la fuerza laboral, la proporción
es de seis a uno. En cuanto a pensiones del Seguro Social estadounidense, un
retirado promedio recibe hoy 192 mil dólares más de lo que aportó por concepto
de retenciones a su salario durante su vida laboral. Aritméticamente, eso
garantiza que las generaciones actualmente activas tendrán que aportar más de lo
que recibirán cuando se retiren. Los viejos están robándole a los jóvenes. ¿Por
qué se permite esto? Dos razones: los viejos votan, los jóvenes no tanto, y hay
poca conciencia de que el abuso actual al sistema es insostenible.
Adicionalmente, hay que estar conscientes de que los recursos que
los gobiernos dan para programas de apoyo a ancianos, pensiones o de gastos
médicos tienen que concentrarse exclusivamente en la parte de la población que
realmente los necesita. La reciente propuesta, por ejemplo, que hace el gobierno
de México para apoyar a mayores de 65 años (erróneamente reduciendo la edad de
70 años, que era el límite previo), implica que Carlos Slim, el hombre más rico
del mundo, empezará a recibir ayuda del estado. Si las matemáticas no me fallan,
creo que a él no le hace falta ese apoyo.
Si la situación es tan apremiante, ¿por qué no se están haciendo ya
los cambios al sistema que son necesarios? No se hacen porque el problema no va
a reventar mañana y porque es extraordinariamente impopular hacer cambios en el
sentido indispensable. Resulta colosalmente irresponsable, sin embargo, no
hacerlo. Mientras antes se incremente la edad de retiro y se haga más eficiente
el uso de recursos públicos, por ejemplo, menor será el problema fiscal que esta
situación acumule. Pero, la actitud de los políticos parece ser en todo el mundo
la misma. Obama ha hablado de que no es necesario incrementar la edad de retiro
en Estados Unidos; en el extremo, Francois Hollande ha echado para atrás el
incremento de la edad de retiro por dos años que al gobierno de Sarkozy, su
predecesor, le costó enorme daño político y violentas manifestaciones en las
calles parisinas.
La demora es aún más grave si consideramos que no sería posible,
por ejemplo, incrementar la edad de retiro para todos de la noche a la mañana.
Se tendrá que hacer concesiones para aquellos que ya se acercan al retiro, y los
incrementos más radicales sólo podrían afectar a quienes apenas se van a unir a
la fuerza laboral, pues no sería justo cambiar las reglas del juego a la mitad.
Evidentemente, habrá enorme resistencia por parte de sindicatos y organizaciones
sociales, los partidos políticos de izquierda buscarán hacer leña del árbol
caído. Pero, ese no es un motivo razonable para no hacer algo. Es, simplemente,
cosa de sentido común.
Jorge Suárez Vélez
Mayo 21, 2013
miércoles, 17 de abril de 2013
Jorge Suárez-Vélez : La Era Naranja
La era naranja
Mark Twain decía que la historia no se repite, pero rima. La
palabra en inglés, "orange" es el único caso que conozco de una palabra sin rima
posible. Por ello, quizá habría que bautizar a esta época como la "era naranja",
pues en términos económicos no rima con otra previa.
Nunca antes hemos visto crisis económicas en las que los bancos
centrales del mundo hayan estado dispuestos a imprimir como hoy. La impresión
usualmente estaba acotada por la posibilidad de riesgo inflacionario. Hoy, hemos
visto al banco central estadounidense imprimir 20% del PIB e incluso al suizo
imprimir 60%, y a pesar de eso, me confieso más preocupando por el riesgo
deflacionario. El crecimiento en productividad internacional por robotización,
la reducción en costos por globalización, el uso masivo de internet en todo tipo
de abatimiento de costos, e infinidad de otros factores, han hecho que este sea
una era de poco crecimiento económico, de baja demanda, de alto desempleo, pero
de sólida generación de utilidades corporativas.
La impresión ha funcionado como una potente droga que evita que se
sienta el dolor extremo, pero que no cura enfermedad alguna, para esas hay que
recurrir a la cirugía profunda. En algunos países, como Estados Unidos,
lentamente se ha ido haciendo uso del bisturí (recapitalización bancaria,
gradual reducción del gasto militar, incremento en la recolección de impuestos,
etc.). En Europa parecen proclives a la cirugía cosmética, cuando lo que se
necesita es de trasplante de órganos. A nivel individual, cada país parece
convencido de que lo que los cura a ellos es que operen al vecino.
Mientras tanto, el mundo sigue evitando la debacle. El riesgo de un
colapso mayor ha estado ahí, no es exageración afirmarlo. Y, por ello, es lógico
que éste tuvo un impacto determinante en la distribución de dinero a diferentes
clases de activo en las que se puede invertir. La colosal liquidez no se ha
convertido directamente en oferta de crédito o aumento en la inversión. Esto es
razonable. Primero, las familias tienen que desendeudarse; además, las empresas
no necesitan capacidad nueva, pues la demanda está y seguirá deprimida.
Recordemos que una forma en que los bancos centrales han generado
liquidez es comprando bonos emitidos por sus gobiernos. Cuando las tasas de
interés se acercan a cero, esta es una de las pocas opciones viables de política
monetaria. Al hacerlo, han hecho que las tasas de interés bajen y esa reducción
ha tenido marginalmente un impacto positivo en mercados de bienes raíces, por
ejemplo.
La reducción en tasas, ordinariamente, hubiera hecho que
desapareciera la demanda por bonos que proviene de inversionistas individuales.
Ésta, sin embargo, se incrementó a pesar de que la tasa ofrecida ni siquiera
cubre la tasa de inflación, y lo hizo porque la gente estaba más consternada por
proteger su capital que por incrementarlo (return of capital, not return on
capital). Esta es sólo la tercera vez en la historia que ha habido tasas de
interés reales negativas (menores a la inflación) por un periodo prolongado.
Ocurrió previamente después de la Segunda Guerra Mundial y a fines de los
setenta, ambas veces en entornos de alta inflación.
Que yo recuerde, nunca antes hubo una distribución tan sesgada
hacia una clase de activo que garantiza no dar rendimiento y que implica un alto
riesgo. Lejos de cómo se percibe, invertir en un bono de alta calidad hoy
garantiza que manteniendo un bono a vencimiento se genera una pérdida
considerable en términos reales (si se considera inflación), y una venta
anticipada tiene también un alto riesgo de pérdida. Si la tasa del bono del
tesoro estadounidense a 10 años subiera 0.21% (0.14% tratándose de un bono
alemán al mismo plazo), esa alza se come todo el rendimiento de los bonos a diez
años en circulación; cualquier alza adicional implicaría, incluso, pérdida de
capital. Esta es la mayor burbuja de la historia en el mercado de bonos de alta
calidad.
Ahora, conforme se percibe que el riesgo de colapso
es menor, hemos visto y seguiremos viendo una significativa redistribución de
recursos saliendo de mercados de bonos y yendo a mercados de "activos reales",
como acciones y bienes raíces. Las valuaciones de acciones en Estados Unidos y
Europa siguen siendo razonables, relativas a la generación de utilidades
corporativas, y además muchas empresas han utilizado su liquidez para recomprar
sus propias acciones, por lo que ese proceso incrementa el atractivo de éstas.
¿Hará eso que suban pronto las tasas de interés? No. Los gobiernos seguirán
imprimiendo y comprando bonos por mucho tiempo más. ¿Hay riesgo de que haya
inflación pronto? No. De hecho, seguiremos viendo a Estados Unidos mostrando
crecimiento bajo (entre 1.5% y 2%), la economía europea seguirá estancada o
incluso en recesión, Japón crecerá un poco este año pero después pronto
regresará a un crecimiento anémico y, más importante, el crecimiento chino se
seguirá desacelerando. Las medidas que está tomando el gobierno para reducir el
problemón crediticio, la reducción de la calificación de Fitch de la
deuda china, y la probabilidad de que el gobierno central tenga que salir a
rescatar a las quebradas municipalidades, llevarán a que quizá en el segundo
semestre de 2014 China esté creciendo a tasas de 5%. La reducción en la demanda
china de materias primas tendrá un impacto importante en economías -unas
emergentes (Brasil y Chile) y otras no tanto (Canadá y Australia)- que habían
estado creciendo.
¿Cuándo se revertirá el enorme proceso de inyección de liquidez de
los bancos centrales? Difícil dar una fecha con certeza, pero no será ni este
año ni el año que viene. ¿Cómo ocurrirá ese proceso? No lo sabemos, nunca había
ocurrido en la historia. Recordemos que ésta es la "era naranja". Como me dijo
el economista Luis de la Calle: "Lo que sí sabemos es que la mayoría se enterará
una vez que haya empezado a suceder, no antes."
Jorge Suárez Vélez
Abril 11, 2013
martes, 2 de abril de 2013
Jorge Suárez-Vélez : Hijos del Pasado
Hijos del Pasado
Por Jorge Suárez-Vélez.
En las últimas semanas hemos visto una y otra vez que el índice Dow Jones
rompe récords al alza. En mi opinión, el catalizador del alza ha sido la
exorbitante inyección de liquidez que simultáneamente hacen todos los bancos
centrales del mundo industrializado, y particularmente la Reserva Federal.
Resulta divertido escuchar los despliegues histriónicos de incontables
comunicadores y expertos que hacen desgarradores relatos del severo efecto que
tendrá el embargo (sequester) fiscal, cuando éste asciende a 44 mil
millones de dólares al año, mientras que la Reserva Federal imprime el doble de
ese monto...¡cada mes!
Aun afirmando que el alza en la bolsa
estadounidense se debe fundamentalmente a la liquidez y subrayando que el
gradual deterioro que vemos en la productividad y la reducción en los márgenes
de las empresas es relevante, sigo expresando mi certeza de que este país es el
más viable a largo plazo entre los industrializados. A corto plazo, Estados
Unidos se está beneficiando del efecto riqueza que proviene del alza en la bolsa
y de la recuperación en el mercado inmobiliario. Mientras el rendimiento que los
inversionistas reciben por dividendos al invertir en acciones sea mayor que la
tasa que reciben al invertir en bonos, el dinero seguirá fluyendo hacia mercados
accionarios.
En el caso estadounidense, la economía del país
ganará viabilidad a largo plazo debido al acceso que tendrá a energía barata
-alcanzando incluso autosuficiencia energética- lo cual le permitirá recuperar
competitividad en sus manufacturas. También sigue siendo determinante su
capacidad para desarrollar talento y tecnología en su inigualable sistema de
universidades. El Siglo XXI seguirá siendo estadounidense porque es el país
mejor posicionado para las dos revoluciones que empiezan: la energética y la de
digitalización de manufacturas. Pero, a reserva de analizar más estos temas en
un futuro cercano, los asuntos que pueden en algún momento descarrilar el
ascenso se encuentran del otro lado de los océanos.
Hay problemas que están en pleno proceso de
germinación que todavía tardarán en desarrollarse plenamente. Insisto en que la
economía china está cada día más cerca de darnos dolores de cabeza, conforme su
crisis crediticia se profundiza, amplificada por la adicción seguir alimentando
con inversión al gigante (aunque ésta esté yendo a dar a elefantes blancos que
no generan beneficio alguno después de su construcción y cuyo mantenimiento será
una pesadilla). El colosal tamaño que ha alcanzado la economía de ese país hará
que el impacto de cualquier traspié trascienda todas las fronteras. Poniendo las
cosas en perspectiva, la economía china genera una Grecia nueva cada tres meses
tan sólo con su crecimiento.
Hacia el otro océano, la crisis en Medio
Oriente amenaza con volverse ya no sólo un conflicto entre Israelíes e Iraníes,
sino potencialmente una conflagración regional entre distintas facciones
musulmanas: sunitas apoyados por Arabia Saudita (Al Qaeda, Hamás y similares) y
Shiítas apoyados por Irán e Irak (Hezbolá y similares). En este caso, también,
sería muy poco oportuna una guerra en la región, pues provocaría una fuerte alza
en los precios de hidrocarburos que se volvería un pesado yunque que hundiría
rápidamente a las economías industrializadas. A corto plazo, sin embargo, es
Europa donde se encuentra el principal riesgo.
Me parece curioso que mucha gente, incluso
algunos analistas razonablemente sensatos, afirmen que la problemática europea
está ya resuelta. Mi opinión sigue siendo la misma que expresé en un escrito en
diciembre de 2010 (Es la política, estúpido: http://www.letraslibres.com/blogs/es-la-politica-estupido-1),
el gran obstáculo para apuntalar a la eurozona es el del entorno político en
cada país que compone la unión.
Si recordamos las causas de la crisis europea,
ésta se desarrolló debido a los altos niveles de endeudamiento público que se
dieron ya sea por gobiernos despilfarradores (Grecia) o por rescates bancarios
indiscriminados (Irlanda), a la fuerte caída en la productividad que han
mostrado economías de la periferia (España, Italia, Grecia, Portugal), y a la
rigidez de una política monetaria única que benefició a Alemania pero hundió al
resto. A diferencia de lo que ocurrió con Estados Unidos en el Tratado de Libre
Comercio de América del Norte o con el Imperio Británico, el pilar de la Unión
Europea no es un importador neto de bienes como lo es Estados Unidos o lo era
Gran Bretaña, sino un país que es un gran exportador neto, el segundo o tercer
mayor exportador del mundo después de China y junto con Estados Unidos. Alemania
exporta 51% de su PIB, y la mitad de lo que vende lo compran sus vecinos
europeos. En estricto sentido, éstos se han endeudado con Alemania para tener
con qué comprarle más a la misma Alemania.
Alemania se benefició de un euro barato (de
haber prevalecido el marco alemán, éste sería una moneda fortísima, el euro
afectado por la periferia no lo es) y de haber hecho reformas económicas que
incrementaron fuertemente su productividad en la época de Schroeder. Pero, la
combinación fue letal cuando países como Italia, por ejemplo, mantuvieron su
carísimo estado benefactor, y decidieron también mantener los excesivos
privilegios de sus poderosos sindicatos. Esa situación les llevó a gradualmente
ir importándolo todo, porque su industria no podía competir con la alemana. El
desafortunado y potencialmente volátil resultado es una Europa bipolar en la que
el bloque "alemán" -Alemania, Austria, Holanda, Luxemburgo- ha sobrevivido a la
crisis, mientras que los países periféricos -Irlanda, España, Portugal, Grecia,
Italia, Chipre, y ahora incluso Francia- sufren una crisis económica sin
precedente desde la Segunda Guerra Mundial.
Lo que vimos recientemente en las elecciones
italianas es sólo el preámbulo a las crisis políticas que vienen. Los italianos
votaron contra todo en una elección que parece hacer eco a aquel canto de "que
se vayan todos" que escuchábamos en la Argentina del "corralito". 25% de los
electores y casi la mitad de los jóvenes, sufragaron a favor de Beppe Grillo, un
comediante. Monti, el candidato más serio, recibió apenas 10% de los votos. Si,
como dijo el Economist, consideramos que Berlusconi es el otro "payaso"
en la fiesta, entre Grillo y él recibieron 54% del sufragio total. Dentro de la
plataforma de Grillo, quien encabeza el programa Cinco Estrellas, está la idea
de realizar un referéndum para ver si los italianos quieren mantenerse dentro de
la eurozona o abandonarla.
Los electores se han vuelto cínicos, abrumados
por la profunda ineptitud de sus gobernantes que además de incompetentes a veces
resultan ser corruptos, como hemos confirmado recientemente en España. Al igual
que ha ocurrido en otros momentos en la historia, la democracia está hoy en
crisis. Los votantes ven con asco cómo sus legisladores favorecen una medida
cortoplacista tras otra en búsqueda de maximizar su propio capital político, en
detrimento de las perspectivas futuras. En Estados Unidos, por ejemplo, caen en
un embargo fiscal absurdo e ignoran la imprescindible reforma de los grandes
planes de beneficencia social (social welfare) que están estrangulando a
la economía; en España se permite que los bancos sigan manteniendo en sus libros
sin castigo la enorme deuda de desarrolladores inmobiliarios o de otras empresas
claramente reventadas, esperando un milagro que permita que la situación se
recupere y la recapitalización se evite.
En Grecia, el electorado le ha dado 21 escaños
a un partido nazi que ha resultado favorecido por la crisis, al igual que otros
partidos de extrema derecha como el Frente Nacional de Marine de Le Pen en
Francia, el Partido de la Libertad de Strache en Austria, el Partido Holandés
para la Libertad de Wilders en Holanda, el Jobbik en Hungría, y el Partido del
Pueblo Danés en Dinamarca. Los extremismos han estado siempre ahí, pero salen de
sus madrigueras cuando el pueblo sucumbe ante la seducción de cacerías de
brujas, alquimia y recetas mágicas.
Se ha perdido tiempo muy valioso en un esfuerzo
mediocre por enfrentar la crisis. Si somos simplistas y vemos el problema
europeo como uno que tiene dos componentes, fiscal y de pérdida de
competitividad en la periferia, todas las medidas que se han tomado atacan sólo
el primer problema, pero no el segundo. Sí, que el Banco Central Europeo
ofreciera salir a comprar todos los bonos españoles y griegos incrementó el
precio de éstos provocando una caída en las tasas de interés que llevó el costo
de la deuda a niveles sostenibles. Pero, falta que se ponga a prueba la firmeza
del BCE cuando enfrente una crisis mayor. No es lo mismo rescatar a Chipre que a
España.
En forma por demás absurda, el reciente rescate
de los bancos chipriotas introdujo una nueva modalidad de rescate bancario
diferente a la griega que ya había sido distinta a la de Islandia o Irlanda.
Esta era la gran oportunidad para que la troika europea mostrara la voluntad de
encaminarse hacia una "unión bancaria" sólida que proveyera de seguridad a todos
los depositantes bancarios de la eurozona. En vez de eso, acabaron manejando la
crisis de los bancos de Chipre introduciendo elementos que son potencialmente
delicados si se les extrapola a otras crisis potenciales.
La decisión de hacer que los tenedores de bonos
y los depositantes bancarios cubran parte del descalabro de los bancos podría
hacer sentido si previamente hubiera habido claridad de que sólo los primeros
cien mil euros en una cuenta estaban asegurados y si fuese transparentemente
claro que ésta será la solución que se aplicará a cualquier rescate subsecuente.
Lejos de eso, se le hace ver como una situación que aplica sólo a Chipre, lo
cual lleva a que aparentemente habrá miembros de primera y miembros de segunda
de la eurozona.
Este precedente debería hacer que los bancos
españoles o italianos tengan que pagar tasas más altas que los bancos alemanes u
holandeses por los depósitos que reciben, más aún, las tasas de depósitos a
plazo deberían igualarse con las de bonos emitidos por los bancos, pues
claramente ambos reciben el mismo castigo. En estricto sentido, la medida
adoptada en Chipre deja claro que aumentará el costo de fondeo (la tasa que
pagan los bancos por financiarse ya sea con recursos del público o con líneas de
crédito que provienen de otros bancos) de bancos débiles.
En Chipre no sólo se castigó a oligarcas rusos
que tenían cuentas escondidas en los bancos de ese país, se afecta también a
empresas que tenían ahí la chequera para pagar la nómina de sus empleados, o a
retirados que tenían ahí el ahorro de una vida de trabajo. Por si fuera poco,
también se les impuso un control de capitales limitando cuánto pueden sacar de
su chequera o sacar del país.
Estoy de acuerdo en que cuando un banco quiebra
se afecte en orden a los accionistas, a los tenedores junior de bonos emitidos
por el banco, después a los más sénior en la estructura de capital del banco y
por último a depositantes que exceden al seguro establecido por entidades del
perfil del FDIC en Estados Unidos o del IPAB en México; todo eso antes de hacer
que se rescate con recursos de los contribuyentes fiscales. Eso previene el daño
moral que es, a largo plazo, extraordinariamente peligroso. Sin embargo, eso no
es lo que se hizo en rescate previo alguno y cambiar las reglas en cada rescate
hace absolutamente impredecible qué pasará en el siguiente, e inyecta
volatilidad innecesaria a los mercados. En este caso, también, se optó por una
solución así por la situación política alemana, pues hubiera sido muy complicado
para Merkel volver a justificar el uso de recursos alemanes para rescatar a
depositantes rusos, cuando estamos a cinco meses de las elecciones
alemanas.
Una vez más, los gobernantes europeos muestran
su miopía y su incapacidad para tomar decisiones supranacionales, enfrentando a
sus electorados. Seguir posponiendo la resolución del problema le resta
posibilidad de resolución pues, como vimos en Italia, los electores se están
cansando y empiezan a darse cuenta de que su sacrificio está siendo en vano,
pues la parte estructural de sus problemas sigue intacta.
Sigo apostando a que si la eurozona prevalece
lo acabará haciendo con menos miembros que los 17 con que hoy cuenta. En el
extremo, como dije en mi libro Ahora o Nunca, incluso crece gradualmente
la posibilidad de que la solución eventual simplemente sea que Alemania abandone
el euro, si la situación que vivimos perdura lo suficiente para darle tiempo a
que en ese país surja una oposición que catalice el creciente sentimiento
antieuropeo y la nostalgia por el marco, su legendaria moneda.
Lejos de lo que los políticos europeos piensan,
el tiempo no es su aliado, es su peor enemigo. Miguel de Unamuno decía que uno
debía procurar ser más padre de su porvenir que hijo de su pasado. La falta de
visión y de valor de los gobernantes europeos (y de los de otros sitios) parece
condenarnos cada día más a ser esto último.
Jorge Suárez Vélez
Marzo 23,2013
lunes, 25 de febrero de 2013
Jorge Suárez Vélez - Un Mundo sin Dolor
Un mundo sin dolor
Uno de los elementos más importantes con los que la naturaleza ha
dotado a seres vivos con sistemas nerviosos evolucionados es el dolor. A primera
vista, parecería atractiva la idea de un mundo sin dolor, pero imaginemos la
ausencia de éste. No sabríamos que dejar la mano cerca del fuego está quemando
nuestra piel, o que algún órgano vital está sufriendo una afección
potencialmente fatal. Por ello, sería impensable una terapia que únicamente
lidiara con el dolor mismo. Imaginemos a alguien que tiene, por ejemplo, una
severa oclusión intestinal que provoca un intenso dolor abdominal; si el doctor
simplemente se concentrara en hacer que el dolor desapareciera, en hacer, por
ejemplo, que el enfermo perdiera absolutamente la sensibilidad en su zona
abdominal, eventualmente esa oclusión se volvería una peritonitis u otro
padecimiento potencialmente mortal.
Así como el cuerpo ofrece señales de invaluable utilidad, los
mercados también las tienen: los precios. Un precio es el resultante de la
interacción entre quienes demandan un bien o servicio y quienes lo producen. Un
precio alto es una señal de "escasez", un precio bajo denota abundancia. Esto es
válido tanto para un bien como para un servicio. Un diamante de muchos quilates
o una obra de arte de un reconocido artista ya fallecido son, por definición,
bienes únicos e irreproducibles y, por ello, justifican precios potencialmente
astronómicos. Pero, igualmente, un actor famoso, un futbolista superdotado o,
incluso, un científico connotado, percibirán ingresos superiores debido a que
son "uno entre muchos".
Las señales que nos dan los precios son de extraordinaria utilidad
para la asignación de recursos. Al ver que un futbolista profesional gana mucho,
por ejemplo, aumentará la oferta pues muchos jóvenes querrán tomar ese camino
para hacerse ricos. Igualmente, cuando un bien es muy caro por haber más demanda
que oferta, esa condición hará que más capital se mueva a producir ese bien,
tratando de tomar ventaja del alto precio. Igualmente, se retirará inversión de
sectores que producían bienes que el mercado ha hecho obsoletos o donde hay un
exceso de oferta, situación que se manifiesta en precios a la baja. Nadie en su
sano juicio, por ejemplo, invertiría hoy en una fábrica de carruajes tirados por
caballos, en una para hacer máquinas de escribir o para producir discos de
acetato.
Ningún inversionista racional destinará su capital a producir algo
que no tiene demanda, ningún consumidor racional pagará un precio alto por algo
abundante. Los problemas, sin embargo, se presentan cuando los políticos entran
a la escena y deciden manipular los precios. Al igual que el doctor de mi primer
ejemplo que mataría al paciente si simplemente desensibiliza su abdomen, cuando
artificialmente se sube o baja un precio se provoca que haya más demanda de algo
que ya era escaso, o que el capital vaya a producir más de algo que ya es
abundante. Daré dos ejemplos.
El subsidio a los combustibles en México en 2012 le costó el año
pasado al gobierno alrededor de 207 mil millones de pesos (16 mil millones de
dólares). Eso permitió que en México se pagaran precios inferiores a lo que
cuesta la gasolina en los mercados internacionales. Independientemente de lo
absurdo de gastar esa fortuna en un subsidio que beneficia más a los más ricos,
al mantener el precio artificialmente bajo se fomentó un mayor consumo de
energéticos. Hubiera sido infinitamente más inteligente gastar ese dinero en
expandir la red de transporte público, por ejemplo, para hacerla más eficiente,
y quizá incluso "abundante", para abaratarla; eso hubiera tenido un efecto
positivo en quienes menos tienen, y que proporcionalmente gastan un porcentaje
significativo de su ingreso (y de su tiempo) transportándose todos los días no
en su propio automóvil, sino en distintos medios públicos. Sin embargo, los
subsidios se mantienen porque son populares. Cada vez que hablo en
Twitter de lo absurdo que es el subsidio a los combustibles recibo todo
tipo de insultos pues muchos piensan que, como el dolor, cualquier incremento en
precios es negativo.
Recientemente, vimos otra medida "popular", esta vez en Estados
Unidos. El presidente Obama habló de incrementar 24% el salario mínimo a nueve
dólares la hora. La narrativa para solicitar el incremento parece impecable:
alguien que recibe salario mínimo debería poder mantener a su familia con éste
(dentro de su esfuerzo por manipulación moralista se le "olvidó" al mandatario
cuantificar los enormes subsidios y ayudas que alguien en ese nivel de ingreso
ya recibe). Más aún, si el salario mínimo aumenta, la gente tendrá más dinero
para gastar y eso estimulará a la economía. Todo eso que suena tan bonito no es
más que una enorme patraña cubierta de chocolate. Primero, porque el salario es
el precio que pagamos por el trabajo. Una vez más, un ingeniero o un médico no
se preocupan por cuánto es el salario mínimo porque su formación, evidentemente
"escasa", amerita que se les pague mucho más. Un albañil percibe un ingreso
mucho menor porque hay muchísimos que pueden desempeñar esa tarea sin mayor
entrenamiento o educación. Si, por orden presidencial, decidimos que le vamos a
pagar a ese albañil más de lo que vale su trabajo en el mercado, esencialmente
lo que ocurre es que en vez de ganar los $7.25 dólares por hora (más beneficios)
que hoy gana, pasará a ganar los cinco o seis (sin beneficios) que cobra un
trabajador indocumentado que está fuera del sistema. Los incrementos arbitrarios
en los salarios son extremadamente populares y en apariencia "justos", pero hay
abundantísima evidencia empírica de que provocan un aumento en la tasa de
desempleo, particularmente entre trabajadores no calificados y jóvenes que se
incorporan por primera vez a la fuerza laboral. La otra parte del argumento es
aún más absurda. Si subir el salario mínimo fuese lo que estimulará a la demanda
y hará crecer a la economía, entonces no hay que subirlo a nueve dólares por
hora, sino a cincuenta. Creo que es evidente por qué eso no
funcionaría.
En este caso, lo triste es que el Sr. Obama y sus asesores saben
perfectamente que un aumento en el salario mínimo es contraproducente, pero lo
ponen sobre la mesa exclusivamente por razones políticas. ¿De verdad quieren
incrementar los niveles de empleo? Eliminemos el salario mínimo. Esto hará que
mucha gente hoy en la informalidad pueda tener empleos formales. ¿Se quiere que
los trabajadores ganen más? Ayudemos a que éstos produzcan más y generen más
para sus empleadores. Esto se logra en dos formas diferentes, haciendo mayores
inversiones en bienes de capital para que la capacidad productiva por trabajador
aumente, y entrenando mejor a los trabajadores para que puedan agregar más valor
en lo que hacen. (Dicho sea de paso, la inversión tampoco está siendo
incentivada por el gobierno de Obama que parece haberle declarado la guerra a
los empresarios y los amenaza todos los días con nuevos impuestos, a pesar de
que la tasa de impuesto corporativo estadounidense es ya hoy la más alta del
mundo).
Pero la intromisión en los sistemas de precios implica
consecuencias cuya gravedad es proporcional a los recursos necesarios para
manipularlos. En mi opinión, una que está adquiriendo proporciones nucleares es
la impresión de dinero. En forma simultánea, los bancos centrales de Estados
Unidos, el Reino Unido, Japón, Suiza, el Banco Central Europeo, y otros, están
imprimiendo dinero. Hacerlo tenía (conjugación en tiempo pasado) sentido debido
a que la economía mundial corría el riesgo de desplomarse en forma que superaría
incluso a la Gran Depresión, y la amenaza deflacionaria era real. Al imprimir,
se provoca "abundancia" de dinero, y consecuentemente se hace que el precio de
éste, léase la tasa de interés, se desplome. Por eso, estamos viendo el nivel
más bajo de tasas de interés que jamás ha habido. Si consideramos que el banco
central estadounidense ha impreso el equivalente a 20% del producto interno
bruto del país y que sigue imprimiendo alrededor de 6% más cada año, podemos
imaginarnos dos cosas: primero, el tamaño de distorsión que esta medida le
inyecta a los mercados (confundiendo al sistema de precios), y las implicaciones
que algún día tendrá el proceso para revertir la colosal inyección de liquidez.
Tanta liquidez está trayendo secuelas imposibles de cuantificar.
Primero, cuando las tasas de interés ni remotamente cubren la tasa de inflación,
esa situación fuerza a ahorradores y rentistas a tomar más riesgo, aunque sea
para simplemente proteger el poder adquisitivo de su ahorro. Hemos visto un
incremento en la demanda por bonos chatarra, por acciones y por bienes raíces.
¿Qué tiene eso de malo? Que en ninguno de los casos el incremento en la demanda
proviene de razones reales. La demanda por inmuebles, por ejemplo, sería
perfectamente deseable si ocurriera por motivos demográficos, ya sea por
inmigración o porque haya más jóvenes formando familias; hoy ocurre solamente
porque ante la poco atractiva alternativa de comprar un bono que paga casi nada,
la gente se siente más segura comprando ladrillos. Pero eso mismo provoca otra
distorsión. Si aumenta la demanda por inmuebles y el crédito se obtiene en forma
casi regalada, habrá más inversionistas dispuestos a construir nuevas casas y
edificios. El capital, entonces, está recibiendo señales equivocadas e irá a
parar a donde le produce poco bienestar real de largo plazo a la sociedad, más
aún, se quedará atrapado ahí por años.
Igualmente, en el caso de empresas, muchas que deberían haber
reventado hace años se mantienen vivas única y exclusivamente porque tienen
acceso a financiarse a tasas absolutamente irreales. Esa supervivencia
artificial impide que el capital se recicle hacia donde sí hace sentido y será
productivo. Se inhibe el deseable proceso de "destrucción creativa" que es tan
importante para el desarrollo económico, ese es el proceso que hace que quiebren
las empresas que hacían "máquinas de escribir" o rollo para cámaras fotográficas
y que se reasigne a nuevos sectores que producirán bienes que sí son necesarios
y demandados por los mercados. Mientras más lento sea ese proceso de
reasignación, más lenta es la recuperación. Por ejemplo, hemos visto cómo en
España, los grandes desarrolladores inmobiliarios apenas empiezan a reventar,
después de beneficiarse por años de la absurda protección a los bancos quienes
hacían -y siguen haciendo- hasta lo imposible para ocultar pérdidas. Esa
"popular" medida sólo retrasó un desenlace inevitable y redujo la probabilidad
de una recuperación exitosa. También congeló capital que siguió invirtiendo en
acciones bancarias y que se hubiera beneficiado reasignándose a otro
sector.
Los gobiernos parecen convencidos de que una colosal crisis que
ocurrió porque se pidió prestado en forma excesiva (y se dio crédito en la misma
manera), y se consumió en forma desmesurada, se resuelve dando más crédito y
provocando más consumo. En mi opinión, eso se está empezando a volver
exactamente un caso análogo al doctor que le quitó sensibilidad al abdomen e
hizo que el excremento del paciente simplemente se quedara "guardado" en el
intestino hasta que la acumulación provocó un problema mucho más serio. Un
sistema, tanto digestivo como económico, tiene que limpiarse y evitarlo puede
resultar a largo plazo extraordinariamente peligroso.
El otro día me decía un famoso comunicador que Europa parece haber
tocado fondo. Estoy en desacuerdo. En mi opinión, sólo hemos prescrito opiáceas
que han eliminado de tajo el dolor e inducen sueños fantásticos, nada más que
eso. Así como la burbuja de Internet fue el resultado del estallido de la
burbuja japonesa de los ochenta, y la crisis inmobiliaria fue la consecuencia
del estallido de la burbuja de Internet de la década pasada, estamos plantando
las semillas para un estallido mucho mayor que ocurrirá cuando reviente la mayor
burbuja de todas, la del mercado mundial de bonos, cuyos astronómicos precios
hoy desafían a la fuerza de gravedad (recordemos que el precio de un bono es
inverso a su tasa de interés: a tasas históricamente mínimas, precios
históricamente estratosféricos).
Algún día tendrán que subir las tasas de interés ya sea porque los
bancos centrales pierden credibilidad, porque regresa la inflación
(probablemente acompañada de estancamiento económico), o incluso porque empieza
a haber una recuperación económica que haga que regrese la demanda privada por
crédito, haciendo que ésta compita con los gobiernos, ofreciendo un "precio" -es
decir, una tasa de interés- más alto por esos recursos. Eso ocasionaría,
nuevamente, una colosal salida de dinero de los mercados de bonos, pérdidas
astronómicas para la banca, y colapso de la demanda por inmuebles y activos
reales. ¿No hemos visto ya esa película? Lo único que puedo afirmar sin temor a
equivocarme es que tarde o temprano las tasas de interés regresarán a niveles de
mercado, pues no hay precio que pueda ser eternamente manipulado.
Como siempre, lo más difícil es anticipar cuándo reventará una
burbuja. Pueden pasar años antes de que eso ocurra. Por ahora, cuando menos, hay
que tener enorme cuidado al participar en el sueño de opio colectivo y démonos
cuenta de que lo único que hemos evitado es el dolor, pero la causa de éste
permanece intacta.
Jorge Suárez Vélez
Febrero 17, 2013
martes, 12 de febrero de 2013
Jorge Suárez Vélez: Obamalandia
Obamalandia
El 21 de enero de 2013 Obama tomó posesión en un evento tan lleno de símbolos y de contenido alegórico como, en este caso, de ficción. Para empezar, Obama asumió la presidencia en el evento que fue transmitido en vivo al mundo entero; oficialmente, sin embargo, su mandato realmente empezó a mediodía del día anterior, en el momento establecido por la constitución, e hizo una toma de juramento más privada ante John Roberts, el magistrado de la Suprema Corte. La célebre cantante Beyonce entonó las estrofas del Star Spangled Banner, el himno estadounidense, pero no lo hizo en ese momento en ese lugar, como millones de ilusos telespectadores creyeron; de hecho, lo que se escuchó fue una grabación previa hecha por la cantante, quien sólo movió los labios en sincronía con lo que el público oía. Una vez que acabó la ceremonia, Obama reunido con su familia quería fumarse un cigarro, pero recurrió a uno también ficticio, al ponerse varias gomas de mascar Nicorette en la boca. Uno tras otro elemento en la ceremonia de toma de posesión fue simulado, pero el país al cual Obama hizo alusión fue aún más surreal que la ceremonia en sí, él habló de un país que sólo vive en su imaginación, de un mundo apócrifo en el cual finalmente logrará sembrar el legado que él cree le corresponde en la historia. Sin intentar soslayar la colosal importancia histórica implícita en la elección -y reelección- del primer presidente procedente de una minoría racial, en mi opinión, lo más positivo del segundo término de Obama que comienza está en el hecho de que difícilmente logrará hacer lo que se propone. En muchos sentidos, Estados Unidos logrará salir adelante no por el liderazgo del presidente, sino a pesar de él.
Creo que hay varias cosas que Obama debió hacer. Primero, llamar a la unidad reconociendo que la situación geopolítica y económica que enfrenta el mundo es frágil, la crisis -por mucho- no ha sido conjurada, sino pospuesta. En vez de eso, el presidente hizo un discurso propio del mandatario de un país que estuviese o totalmente aislado, o que fuese inmune a cualquier potencial sobresalto importado. En Obamalandia, Estados Unidos está al mando de su destino, la amenaza de Al Qaeda y del fundamentalismo islámico ha quedado permanentemente conjurada (y la salida de las tropas de Irak y Afganistán es emblemática porque señala un triunfo, y no una cara y desafortunada capitulación). En Obamalandia el ataque al consulado en Bengasi fue un desafortunado ataque improvisado por una turba de manifestantes alterados (fortuitamente portadores de lanzagranadas y de otras armas de alto poder) por una película que nadie vio. En el mundo que yo observo, la economía estadounidense será ciertamente afectada por una crisis europea a la que le faltan años por delante y cuyo desenlace es aún incierto, y quizá por una economía china cuya burbuja financiera crece en forma preocupante; en este mundo, Al Qaeda se ha reagrupado en África y crecientemente amenaza a Europa e influye en Medio Oriente y el norte del continente negro en plena fundación de estados más modernos, con gobiernos provistos de mayor legitimidad.
En Obamalandia, el mayor reto que enfrenta Estados Unidos es el del cambio climático, y Estados Unidos debe invertir para asumir liderazgo en la generación de energía limpia. En el que yo observo, países que fueron precursores de ese movimiento, como Alemania, están viendo el costo de generación de energía crecer en forma desmesurada por la prematura imposición del uso de energía renovable y se arrepienten al ver cómo el ascendiente costo le resta competitividad internacional a sus industrias. A diferencia de los países europeos, Estados Unidos tiene una ventaja colosal al poseer enormes yacimientos de gas de esquisto (shale gas) e, infinitamente más importante, la tecnología para extraerlo. El país ha generado ya 1.7 millones de empleos directos, creará 1.3 millones más (según números del columnista del Washington Post Robert Samuelson) y hará que la posibilidad del resurgimiento de la industria manufacturera estadounidense sea viable.
Que Estados Unidos decidiera privilegiar en este momento la explotación de energía renovable teniendo tan colosal ventaja relativa, una que les haría el mayor productor de energéticos del mundo para fines de esta década, sería el equivalente a que la selección argentina de futbol decidiera sentar a Messi en la banca y mejor alineara a algún jovencito que quizá dentro de diez años va a alcanzar la musculatura necesaria para hacerse sentir en el resultado del juego. Estados Unidos tiene en las manos una ventaja descomunal que le dará a su industria acceso a gas a la quinta parte del costo que Europa paga por gas ruso. Sin intentar mitigar el riesgo implícito en el cambio climático, creo que la necedad de Obama de imponer el uso de energía alternativa ha sido contraproducente. El gas de esquisto es no renovable, pero limpio. Las emisiones de carbón estadounidenses llevan más de una década reduciéndose año con año. Hay cosas que se pueden hacer para aminorar su huella. Por ejemplo, se pueden imponer prohibiciones para la quema desmedida de gas natural, resultante de su extremadamente bajo costo. Se pueden incluso establecer impuestos a la emisión de carbón. Pero lo importante en este momento es utilizar el gas para generar crecimiento económico, para generar empleos, para incrementar producción y para provocar una caída en los precios mundiales de energéticos. Eso, de hecho, ayuda a que muchos de esos problemas geopolíticos que no existen en Obamalandia, pero sí en la tierra, se aligeren.
En la frase que más me sorprendió de la toma de posesión del presidente, éste dijo: "...rechazamos la creencia de que Estados Unidos debe elegir entre cuidar de la generación que construyó este país e invertir en la generación que construirá su futuro." La fantástica posibilidad de no tener que elegir entre una cosa y otra quizá sea factible en Obamalandia, pero no en esta realidad. El dilema que se enfrenta exige una decisión puramente económica. Si la "economía" es el estudio de la asignación de recursos escasos a fines alternativos de importancia diversa (que conste que omití la palabra "ciencia"), este es el epítome de un problema "económico". Estados Unidos no puede seguir pagando por "la generación que construyó", sin quitarle recursos a "la generación que construirá". De hecho, lleva décadas quitándole a esta última, porque ésta no vota y la primera sí.
Pongamos las cosas en blanco y negro, y para ello me permitiré quitarle algunos ceros a los números en cuestión. En vez de hablar de la economía estadounidense, hablemos de la familia Smith. El Sr. Smith gana 24 mil dólares al año, pero la familia gasta 36 mil. El faltante de 12 mil lo cubren cada año cargándolo a la tarjeta de crédito. En ésta ya tienen una deuda acumulada de 160 mil dólares. La familia hoy gasta alrededor de 10 mil dólares al año en los gastos de los abuelos, cuyo costo crece cada año conforme envejecen y conforme los doctores cobran cada vez más caro. En realidad, a la familia no le alcanza bien para pagar la educación de los niños, después del costo de los viejos, pero los primeros no se han dado cuenta y por eso no se quejan. A la larga, la familia verá que hizo una mala decisión pues si sí gastara más en educación, los jóvenes eventualmente generarían más ingreso cuando crecieran, por la elección actual los están condenando a trabajos mal pagados con los que poco aportarán a la economía familiar. A la familia tampoco le queda dinero para invertir en algún negocito pues la mayoría se va en gasto corriente. Por si fuera poco, lo que se tiene en las tarjetas hoy no pesa mucho pues el banco ahora sólo cobra sólo 1.7% de tasa, alrededor de 3 mil dólares al año, pero si volvemos a lo que usualmente se pagaba por este tipo de crédito, se pagarían 10 mil dólares tan sólo de intereses, y eso sin considerar el costo adicional de los 12 mil dólares en deuda nueva que se acumularán este año, quizá 10 mil el año que viene y así sucesivamente. Además de pagar por los viejos, la familia le invierte como 10 mil dólares al año a la vigilancia de la casa. Si siguen así, en unos años se volverán una familia que mantiene viejitos bien vigilados, pero nada más que eso. La casa se les vendrá encima por falta de mantenimiento, y cada vez se empobrecerán más.
Quitando algunos ceros, es obvio el problemón fiscal que enfrenta Estados Unidos. Y, si hacemos números, veremos que el enorme drama que culminó en las primeras horas de este año, para evitar el llamado abismo fiscal, generó alrededor de 300 dólares adicionales de ingresos para la familia Smith. Y en este entorno, sí, en éste, Obama dice que no hay que elegir entre una cosa y otra. ¿Y eso cómo se hace?
Afortunadamente, todo parece apuntar a que Obama no logrará hacer lo que dice proponerse. La producción de gas de esquisto ha aumentado rápidamente a pesar de su gobierno, y ahora enfrentará una tras otra batalla legislativa para intentar librar los siguientes escollos fiscales. En un descuido, podría enfrentar también a un senado republicano dentro de dos años, pues la batalla por el grueso de los asientos en disputa ocurrirá en estados donde hay un senador demócrata y donde Obama no ganó en la última elección. A veces, la parálisis tiene sus beneficios. Mientras tanto, las voluntades parecen alinearse para que legislación como la reforma migratoria acabe pasando, no sin su propia batalla campal. Como nunca, es una reforma políticamente conveniente, a pesar de no ser prioritaria, para ambos bandos.
A corto plazo, sin embargo, Obama quizá enfrentará a una oposición republicana más pragmática. La primera muestra de ello parece estar en la "generosa" propuesta de legisladores republicanos de voluntariamente extender el techo de endeudamiento federal por tres meses, para "darle tiempo al senado demócrata de pasar un presupuesto". El país lleva cuatro años operando sin uno, y los dos últimos intentos de Obama fracasaron por 97-0 y 99-0; es decir, que ni un senador demócrata votó a favor. La "generosidad" republicana volteará el reflector a que ilumine la parálisis legislativa demócrata que había pasado desapercibida, permitiéndoles que por un rato los republicanos dejen de ser los malos de la película. Se avecinan momentos políticamente volátiles. Aun así, parece que Estados Unidos saldrá adelante, a pesar de ellos mismos.
Jorge Suárez Vélez
Enero 28, 2013
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