domingo, 2 de agosto de 2009

Jorge Suarez: El Mundo al Reves

El mundo al revés
Por Jorge Suárez Vélez

Regresemos al tema del pesimismo. Como dije antes, es agotador serlo. La gente espera que uno les dé siempre buenas noticias, que presente panoramas color de rosa donde todos vivan felices para siempre. Si eso es lo que busca, para su fortuna, hay incontables analistas que se han mantenido inocentemente en esa postura, y la lectura de lo que producen provee una inútil pero placentera terapia.

Sin embargo, yo defendería el enorme valor del realismo. Y, si de éste brota una perspectiva pesimista, pues hagamos de ésta una oportunidad. Se ha repetido hasta el cansancio que el símbolo chino de “crisis” mezcla dos ideogramas: peligro y oportunidad. Sin embargo, esto no es cierto. Como lo dice Victor Mair[1], profesor de chino de la Universidad de Pennsylvania, en el mejor de los casos éste refleja el concepto de peligro y de momento crucial (aunque aun esa interpretación es endeble).

Siendo optimistas, asumamos que en toda crisis sí hay una oportunidad, aunque los chinos no lo digan. Hay abundante evidencia de que así es. Algunas de las empresas más exitosas del mundo fueron fundadas en medio de “crisis”: General Electric (1876), Hewlett-Packard (1940), Sports Illustrated (1954), Burger King (1954), Hyatt (1957), The Jim Henson Company –creadora de los “Muppets”- (1958), FedEx (1973), Microsoft (1975), CNN (1980), MTV (1981). En cada caso, el año en paréntesis presentaba una recesión. La pregunta relevante es si los fundadores de éstas hubieran tomado el riesgo si hubieran estado cómodamente empleados en trabajos ordinarios en medio de una situación más favorable. Creo que, más allá de lo anecdótico, la causalidad entre crisis y oportunidad merece mayor análisis.

Cuando mi hija menor era pequeña, le gustaba jugar a que había días “al revés”; si ella decía “no”, realmente significaba “sí”, si decía que estaba muy triste, quería comunicar su alegría, etcétera. Es éste, el tipo de mundo en el que estamos. Todo lo que antes provocó los excesos cuya consecuencia hoy sufrimos, provocará ahora la reacción opuesta. Déjeme explicarme.

El principal motor del generoso crecimiento económico de los últimos años fue el endeudamiento. Principalmente, se endeudaron las familias y el sector financiero. El “desahorro” de las familias las llevó a poder financiar niveles de consumo sin precedente que se reflejaron en portentosa demanda por todo tipo de bienes –que China, Alemania, Japón y otros exportaron- y por activos –casas, arte, acciones- que alcanzaron precios exorbitantes.

El endeudamiento del sector financiero ofreció una oferta de crédito descomunal que, al combinarse con el apetito por “cosas” de las familias, generó la tormenta perfecta en la que estamos inmersos.

La mala noticia es que entraremos en años “al revés”. Las familias tienen que desendeudarse, y para ello tienen que reducir perentoriamente su gasto, lo cual afectará a todo lo demás. Desafortunadamente, si optan por deshacerse de bienes –voluntariamente o involuntariamente, por medio de embargos, por ejemplo- en el proceso, provocarán el desplome en el precio de los activos. Conforme éstos caigan más, más pobres se sentirán, y más motivada estarán para apretarse el cinturón y seguir tratando de reconstituir su ahorro. Recuerde, es el mundo “al revés”. Antes, se sentían más ricos mientras más valía su casa, y gastaban más y más.

El mundo “al revés” de los bancos será similar. Si antes éstos estaban apalancando su capital veinte, treinta o cuarenta veces, ahora tendrán que regresar a niveles de endeudamiento normales, de alrededor de diez veces. Pero esto ocurre, además, mientras pierden capital conforme los activos en los que invirtieron bajan de valor. Es decir que si tenían cien de capital y lo apalancaban veinte veces, tenían capacidad para prestar dos mil; hoy, quizá tienen ochenta apalancados diez, por lo que sus dos mil de crédito potencial se volvieron ochocientos. Antes, tenían la capacidad de dar más y más crédito conforme capitalizaban las jugosas utilidades que la boyante situación ofrecía, además de estar dispuestos a tomar más y más riesgo (encontrando mecanismos para apalancarse más) conforme la fiesta continuaba.

En la realidad de antes, el crédito era un recurso casi ilimitado que provocó un fuerte incremento en el precio de los activos. Hoy, no sólo no habrá crédito disponible -mientras los bancos desinflan sus balances- sino que además los bancos mismos tendrán que salir a deshacerse de muchos de sus activos –ya sean bienes o préstamos otorgados a terceros- ante la necesidad de volver a estándares de apalancamiento aceptables, y de reflejar su menor capitalización.

La pregunta clave es, si sabemos que todos venden, ¿quién compra? O, quizá en forma más relevante, ¿a qué precio compran?

No me cabe duda de que veremos las mejores oportunidades para comprar activos que ha habido en lo que llevo de vida y, créame, que ya no me cuezo al primer hervor. Pero, a pesar de este hermoso escenario digno de un cuento de hadas, el gran reto estará en diferenciar a la rana que hay que besar para que se convierta en príncipe, de las otras que probablemente seguirán verdes y croando.

El otro día hablé con uno de los especialistas más respetados en el mercado de bienes raíces estadounidense y me decía que hoy es posible encontrar cientos de situaciones donde se compra un activo con descuentos de sesenta o setenta por ciento del precio que tenían hace poco más de un año. Sin embargo, a su juicio, la mayoría de éstas no valdrían la pena ni con descuentos mucho mayores, debido a que en el nuevo mundo “al revés” un hotel en Nueva York, por ejemplo, que antes generaba flujos de 35 millones de dólares al año, hoy difícilmente genera un tercio, mientras su deuda mantendrá el mismo valor que antes tenía, colgando como espada de Damocles sobre su cabeza.

En el mercado accionario, también se vivirá un mundo “al revés”. En los últimos años, las empresas también se beneficiaron de la abundancia de crédito barato para endeudarse y, con el producto de su deuda, recomprar sus propias acciones. El efecto de hacer esto es que provoca que éstas se abaraten[2], generando mayor demanda. Ahora, estamos viendo empresas aprovechando el alto precio –relativo a la realidad- de sus acciones en el mercado, para hacer ofertas públicas con el objeto de reducir su deuda, aunque ese ejercicio quitará atractivo a las acciones y provocará el riesgo de que sus precios bajen.

La precaria situación de la banca y la escasez de crédito hacen que el capital tenga hoy un valor que antes no tenía y, por ello, las oportunidades abundarán. Muchos sucumbirán, sin embargo, creyendo que si algo que valía cien se consigue hoy en treinta, eso necesariamente implica que se está haciendo una buena compra. Se olvidan que el “cien” era un valor en un mundo “al revés” que no volverá, y que en el que viene, habrá que hacer la tarea antes de invertir, como se hacía antes de que la irracionalidad nos invadiera.

Jorge Suárez Vélez
Julio 17, 2009
[1] http://www.pinyin.info/chinese/crisis.html
[2] Imagine usted a una empresa que genera un millón de dólares de utilidades y tiene un millón de acciones en circulación. A cada acción, le tocará un dólar de “utilidad por acción”. Si el número de acciones en circulación se reduce a la mitad, la misma utilidad hace que la “utilidad por acción” sea ahora de dos dólares (un millón de dólares entre quinientas mil acciones), por lo que el precio de ésta en bolsa seguramente lo reflejará, subiendo.

Nota: Jorge Suárez es columnista en la cadena CNN y gentilmente aceptó colaborar con RoccaCharts para la publicación de sus escritos.

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