sábado, 21 de febrero de 2009

Jorge Suarez: Mas kafkianos que keynesianos

Continuando con los escritos de Jorge Suárez, les acerco el siguiente llamado "Más kafkianos que keynesianos":


Introducción

Uno de los capítulos de la historia que más me conmueve es el de la fundación de Estados Unidos. La Declaración de Independencia estadounidense es un bello documento que refleja la influencia de filósofos liberales como Locke y Montesquieu. Establece el derecho de los seres humanos a vivir, a ser libres y a buscar su felicidad; y lo hizo hace más de doscientos años cuando la mayoría de la humanidad vivía dominada por déspotas o -en el mejor de los casos-monarcas. Como ha ocurrido en otros afortunados momentos de la historia, éste fue uno en el cual un reducido grupo de personas con inteligencia y visión extraordinaria logró tener una influencia decisiva en un momento crucial.

Una de las principales áreas de influencia de Locke en los fundadores de esa nación proviene de incorporar en la estructura del gobierno la certeza de que los individuos actuarán siempre viendo por su propio interés; por ello, los fundadores de la nación partieron de que el sistema debe estar basado en la separación de poderes, en un sistema de “cheques y balances”, y en la certeza absoluta de que no se debe confiar en los políticos pues la política probablemente atraerá a gente que sólo buscará su propio beneficio.

Por ello, en este país se crearon tres poderes, ninguno de los cuales puede tomar decisiones definitivas sin la aprobación de otro. En el legislativo se pensó en tener dos cámaras, una de senadores que típicamente atraería a la gente más acomodada en cada estado, y un congreso que representaría a las masas; para legislar, ambas tendrían que actuar juntas. Se veía que el riesgo de un congreso actuando sólo estaría en la adopción de políticas populistas, y un senado haciéndolo podría generar elitismo, oligopolios u otras medidas en contra de los que menos tienen. El ejecutivo, sin embargo, tendría la posibilidad de vetar una iniciativa de ley; pero, si dos tercios del legislativo votan en la misma dirección, pueden derrotar el veto. Igualmente, el legislativo puede enjuiciar y remover al presidente, y confirma las nominaciones en el aparato judicial. El aparato judicial no legisla, pero interpreta la ley; y el proceso de enjuiciar a un presidente sería dirigido por el jefe de la suprema corte. Así, sucesivamente, cada poder vigila y es vigilado; nadie ejerce poder absoluto porque, como dijo Lord Acton, el poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente.

Y es en un entorno crítico como el actual en el que confirmamos las enormes limitaciones de los políticos; no sólo presenciamos su miopía e ignorancia, también vemos la arrogancia con la que quieren convencernos de que son sólo ellos quienes han sido ungidos con el poder para resolver esta debacle si tan sólo los dejamos actuar.

La incapacidad económica del gobierno

Déjeme hacer una pregunta tonta. Si depende de los políticos resolver la situación, más aún, Obama dice que hay que resolverla en forma tal que algo así “jamás vuelva a ocurrir”; si ellos tienen tal poder, ¿por qué hay países pobres en el mundo? ¿Se trata simplemente de que los políticos ahí no han querido con suficiente vehemencia resolver los problemas? Si para crear empleos y generar crecimiento económico basta simplemente con abrir la llave del gasto público, Venezuela sería Alemania. ¿Por qué sigue existiendo el desempleo, y por qué no todos los países del mundo crecen diez o doce por ciento todos los años? Alguna vez un lector, por ejemplo, me preguntó por qué no los bancos centrales simplemente imprimían suficiente dinero para darle mucho a todo mundo para gastar y así se erradicaría la pobreza de golpe y todo mundo viviría feliz por siempre (no es broma, me lo preguntó).

La parte kafkiana de esta realidad que vivimos es que los políticos actúan con la importancia que merecerían si en efecto pudiesen hacer algo para evitar el brutal desenlace que nos espera, y su torpe actuar simplemente garantiza que la situación se prolongue por años.

La diferencia entre generar trabajos y generar empleos

Déjeme decirle, de una vez por todas, lo que creo. Hay que distinguir entre crear trabajos y generar empleo, entendiendo por este último el proceso de trabajar para producir un bien o un servicio, de tener la capacidad de agregar valor. A la larga, la única forma de generar progreso y movilidad social se basa en ir haciendo que cada trabajador tenga la capacidad de producir más y mejor ya sea porque tienen bienes de capital a su alcance, mejor tecnología, o porque está más entrenado; entonces, ese trabajador tendrá la capacidad de ganar más y vivir mejor, no por decreto, sino porque es capaz de producir.

Ése debiera ser el objetivo de los sindicatos, en vez de buscar que los trabajadores simplemente se mantengan a toda costa empleados y que se les pague más por hacer lo mismo, en cuyo caso irán –si sus demandas prosperan- mermando la rentabilidad de las empresas y limitando la capacidad de éstas para reinvertir y adquirir mejor tecnología. Sería más inteligente buscar entrenamiento efectivo, exigir que la empresa siga invirtiendo; en el extremo, evitar que haya más trabajadores de los que se necesitan pues ese exceso pondrá en riesgo la factibilidad de largo plazo y se convertirá en un lastre que inhibirá la posibilidad de que los demás prosperen. Como ejemplo, baste con ver a General Motors, empleó a decenas de miles de personas pero al hacerlo perdió de vista la necesidad de mantenerse viable y a la vanguardia en tecnología.

El gasto público, entonces, no genera empleo por sí sólo. Sí, un gobierno puede gastar en, por ejemplo, emplear a cientos de miles de burócratas para que no hagan nada. Sin embargo, cada dólar que se utilice para pagarles se está sacando de otra parte, ya sea recaudándolo de impuestos o pidiéndolo prestado. Como el caso de Venezuela con el gasto financiado con petróleo, una vez que el cuerno de la abundancia se seque, el burócrata quedará desempleado pues no habrá con qué pagarle. La alternativa hubiera sido invertir en comprar bienes de capital, desarrollar infraestructura, adquirir tecnología y, eventualmente, generar empleos reales. Sin embargo, eso no les gusta a los políticos pues toma tiempo y las elecciones seguramente serán pronto.

El mito del estímulo fiscal

Cuando un gobierno decide que va a hacer un enorme “estímulo fiscal” es exactamente igual que si usted decide que quiere ver qué se siente vivir por un mes como millonario. Se compra un boleto de avión de primera clase a Montecarlo, se aloja en la suite presidencial del Hotel de París, renta un Ferrari y cena todos los días en el Luis XV. Cuando acabe el mes usted estará feliz de haberse alejado de su realidad por unos días, pero ahora vendrá el duro momento de pagar su tarjeta de crédito y eso hará que su consumo en los siguientes meses tenga que ser menor para poder pagar lo que debe.

A diferencia de usted, el gobierno puede recurrir a financiarse con impuestos y, si lo hace, estará quitándole recursos a individuos y empresas para pagar lo que gastó. Si ese estímulo es masivo, y lo financia endeudándose, provocará que a las empresas privadas se les encarezca el crédito ante el titánico reto de competir con el gobierno por financiamiento. Si lo que hace es incrementar las tasas impositivas, esa empresa que tendrá que pagar más impuestos tendrá menos dinero para invertir y para desarrollar tecnología. En cierta forma, al optar por el dichoso “estímulo fiscal” asumimos que el gobierno puede elegir mejor que el sector privado en qué invertir y gastará en forma más eficiente. No puedo pensar en un supuesto más peligroso. Como en el caso de Montecarlo, es una decisión sobre gastar hoy para pagar mañana

Sí, puede haber casos en los que una empresa pública genere empleo real al proveer de bienes o servicios y aun en estos casos lo hará lejos de criterios de eficiencia. En 1992 tuve la oportunidad de trabajar en la privatización en Argentina de la petrolera YPF. Nunca olvidaré la impresión que me causó el ver una empresa que lograba reducir su planta laboral de más de sesenta mil trabajadores a diez mil, sin tener impacto alguno en su producción. Una empresa que en vez de buscar maximizar su rentabilidad busca maximizar el número de gente que emplea estará destinada a estancarse. Al no invertir lo suficiente para mantenerse al día en materia tecnológica, dejará de ser competitiva. Éstos son los enredos típicos de las empresas estatales.

El mito keynesiano[1] se ha apoderado del diseño de la política económica de los países abrumados por la presente situación. No existe, sin embargo, evidencia de países que hayan logrado revertir el ciclo económico a partir de estímulo fiscal. Japón hizo esfuerzos fiscales gigantescos en los noventa, generando un déficit superior a 10% del PIB, y éstos fueron simplemente paliativos que de nada sirvieron para generar crecimiento.

En artículos anteriores dije que era importante que el gobierno hiciera un paquete de inversión en infraestructura para compensar por la caída del consumo y el desplome de la inversión privada. Sin embargo, el paquete anunciado por Obama muestra enorme confusión. Yo lo veía como una oportunidad para invertir en la obsoleta infraestructura estadounidense en un momento en el cual el gasto público sería un útil paliativo. Sin embargo, estoy en desacuerdo con el Sr. Keynes pues creo que lo único que hará que la situación toque fondo es que los mercados así lo decidan permitiendo que los precios de los activos inflados se ajusten hasta donde haya demanda que permita que vayan bajando los altísimos niveles de inventarios. Se trata de oferta y demanda, no hay más, en este momento hay altos niveles de la primera y prácticamente nulos de la segunda; a algún nivel de precios, ambas se equilibran. El proceso de interferir con el mercado será carísimo y, al serlo, prolongará la crisis.

Mientras más se tarde el gobierno en reconocer la realidad, más dinero será tirado a la basura (y cada dólar se tendrá que pagar con impuestos o con deuda, el mal uso no exime del pago). Déjeme decirlo de una vez por todas: varios de los grandes bancos están muertos, podemos mantenerlos con respirador artificial, pero eso no los hará milagrosamente revivir. Por ello, hay que simplemente nacionalizarlos, hay que amputar para evitar que el resto del sistema se colapse.

Solucionando la violencia a golpes

Otro elemento kafkiano del análisis que se está haciendo es pensar que la forma de salir de esta crisis que se ha generado por niveles excesivos de deuda que provocaron consumo desmedido es impulsando a que se vuelva a dar crédito para que la gente siga consumiendo. Esto me recuerda a un amigo que tenía en la universidad quien fervientemente defendía que la mejor cura para la cruda (o como llame usted a la resaca después de una borrachera) era mantener permanentemente el estado de ebriedad.

Como dice Marin Wolf (Financial Times: Japanese lessons from a world of balance-sheet deflation; febrero 18, 2009), no es lo mismo cuando revienta una burbuja en algún mercado de activos, a cuando revienta una burbuja que ha sido financiada con deuda. En el primer caso hay una dolorosa erosión del patrimonio de los inversionistas, en la segunda, cae el valor de la inversión que uno hizo, pero no el de lo que uno debe. Usualmente, el esfuerzo por deshacerse del pasivo lleva también a que se hagan ventas de pánico de los activos, lo cual agrava la situación de éstos y hace que se genere un círculo vicioso en el cual uno va debiendo más y más en términos relativos, pues va teniendo menos y menos activos para avalar lo que se debe.

Recuerde que los dos segmentos más endeudados de la economía son las familias y el sector financiero. Las primeras incrementaron su acervo de deuda (hipotecas, carros, crédito al consumo, etc.) de 50% del PIB a 100% del PIB entre 1980 y 2007, y el último lo incrementó de 21% a 116% en el mismo periodo. Entonces, son éstos los dos sectores que más se seguirán perjudicando conforme los precios de los activos sigan bajando. Dado que no estoy de acuerdo con los pseudo-keynesianos en el gobierno (quienes en mi opinión son más kafkianos que keynesianos) quienes creen que éstos pueden dejar de bajar casi “por decreto”, lo único que los hará dejar de bajar será que lleguen a niveles a los que los compradores potenciales se sientan cómodos. Conforme ese proceso siga, la situación tanto de las familias como de los bancos se seguirá deteriorando y nada ni nadie les podrá forzar a consumir en el primer caso o a abrir nuevamente la llave del crédito en el segundo.

Hace muy poco se hablaba de que la pérdida en la banca mundial ascendería a más de un billón (millón de millones) de dólares. Rápidamente el monto se incrementó a dos y ahora el estimado de fuentes bien informadas (como Goldman Sachs) va ya en 3.6 billones. De este monto, la mitad está en la banca estadounidense y la mitad en el resto del mundo. Por ello, no hay mucho dónde refugiarse. Conforme el precio de los activos siga cayendo, los bancos pierden capital, pero las familias también y eso lleva a que tengan menor capacidad para pagar sus tarjetas de crédito, sus hipotecas y otras deudas, lo que retroalimenta el problema bancario. El panorama es algo así como si a alguien que recibió una puñalada se le están, adicionalmente, haciendo miles de pequeños cortes con una navaja de rasurar; la velocidad del sangrado se acelera.

Las soluciones son claras, pero difíciles de tomar

Es por ello que ha llegado el momento de simplemente reconocer la realidad y nacionalizar a los bancos muertos. La alternativa que siguen defendiendo algunos de simplemente comprar los activos tóxicos es extremadamente peligrosa. El mercado nos está diciendo que éstos no valen nada o valen muy poco. Asignarles valores superiores a lo que el mercado dice equivaldría a darles un subsidio a los bancos con los impuestos de los contribuyentes, asignarles el valor de mercado implica una mínima inyección de capital que de nada les servirá. La palabra nacionalización les da escalofríos a los políticos estadounidenses y, por ello, se requiere de enorme determinación para hacerlo.

En una noche de insomnio reciente (que conste que no por los mercados) vi una parte de Scarface, la excesiva película de Brian de Palma. En esa parte, Tony Montana le dice a Frank López –su mentor- que en ese mundo (el de la mafia que no es muy diferente al de la política) lo que manda son las “agallas” (él lo dice en forma un poco más “elocuente”, pero dejémoslo en “agallas”), y que a López eso es lo que le falta. Desafortunadamente, lo mismo podríamos decirle en este momento a Obama. Éste es un momento para “agallas” para decisiones valientes, no es un momento para retórica, para reflexión estéril o para dogmas infantiles. No es un momento para buscar culpables, señalar con el dedo, o salir en franca cacería de brujas.

Ésta no es la primera ni será la última

Creo profundamente que lo que ha ocurrido no es culpa de nadie y es, a su vez, culpa de todos. Este proceso lo hemos visto una y otra vez en la historia, desde la burbuja de tulipanes en el Siglo XVII, la quiebra de la Mississippi Company en 1720, o la quiebra bancaria en la era de los Medici, las burbujas se forman por una razón fundamental: avaricia; y revientan por otra razón esencial: gravedad.

No nos engañemos. Esos directores de bancos a quienes hoy crucificamos por su agresividad y descuido no hubieran durado un minuto en sus cargos de haber llegado con sus accionistas con una historia de prudencia y cuidado. La gente espera también ganar cuando ve que el vecino lo hace, y en épocas de bonanza no cree en la frugalidad y el recato. Esa es la naturaleza humana.

Los economistas Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff estudiaron la historia de los mercados en los últimos 800 años para descubrir que el común denominador son las crisis bancarias, las crisis cambiarias y la inflación sin control. Usualmente, las crisis financieras infectan a la economía real. Robert Barro de la Universidad de Harvard ha identificado 148 crisis desde 1870 en las que un país ha sufrido una corrección de su PIB de al menos 10%, muchas de ellas causadas por problemas financieros que crecieron fuera de control.

Como dice Niall Ferguson, si los movimientos del mercado accionario se distribuyeran en forma normal (como una campana de Gauss), una caída de 10% anual ocurriría una vez cada 500 años, y tan sólo en el Dow Jones ha ocurrido en 20 de los últimos 100. Sería estadísticamente imposible ver una corrección de 20% en un año, y eso ha ocurrido ocho veces en el mismo período. Estas crisis suceden porque la gente quiere creer en recetas mágicas y se alejan del sentido común. Han ocurrido a lo largo de la historia y déjeme darle la primicia sobre algo extraordinario: en algunos años, la gente también olvidará esta crisis que estamos viviendo y volverán a formar otra burbuja partiendo de la novedosa afirmación de que “esta vez será diferente a las demás y, por eso, ahora hace sentido pagar mucho por esta ________ (a ser llenado por la palabra: casa, acción, bono, materia prima, moneda, etc.)”.

Bush=Obama

Es, por ello, que me resultó tan doloroso presenciar la “bushificación” de Obama. En el proceso de convencer al legislativo de la aprobación de su paquete fiscal dijo, poco más o menos, que era vital hacerlo de prisa o, de lo contrario, el mundo llegará a su fin. ¿Le suena al proceso de convencimiento para invadir Irak? Era tan urgente que no valía tomarse un momento para reflexionar sobre si esa medida en ese momento era la mejor alternativa, dudarlo era equivalente a traicionar.

En esa ocasión el resultado fue paupérrimo. En ésta lo será también. Me cuesta enorme trabajo entender qué hicieron los asesores de Obama entre la victoria electoral de noviembre y la toma de posesión a fin de enero. El tan anticipado programa de rescate a los bancos que el Secretario del Tesoro Timothy Geithner anunció la semana pasada es tibio y comete el grave error de asumir que estamos frente a un problema de falta de liquidez y no frente a uno de falta de solvencia. El plan propuesto es un compendio de todos los errores que aún quedan por hacer:

1. Sigue metiendo dinero bueno al malo. El absurdo e inocente “stress test” de Geithner para ver a cuáles bancos vale la pena salvar y a cuáles no, ha sido ya hecho por el mercado. Citibank vale algo así como 18 mil millones de dólares, a pesar de tener un par de billones (millones de millones) de dólares de activos. Bank of America vale 28 mil millones en el mercado. Ambos están heridos de muerte y rescatarlos envía TODAS las señales equivocadas. Salvarlos es equivalente a decirle a los contribuyentes fiscales que les toca poner miles de millones de dólares para no afectar a los pobres accionistas bancarios y que hay que hacerlo a sabiendas de que los golpes más fuertes para los activos de los bancos están apenas por venir, por lo que nuevas y mayores inyecciones serán necesarias. Crecerá la cartera vencida de tarjetas de crédito, crédito hipotecario de calidad media e incluso alta, crédito automotriz, crédito a consumo y de todo aquello que será devastado por el enorme crecimiento en el desempleo.

2. Propone usar un billón de dólares para crédito automotriz y créditos a estudiantes. Esto, en un momento en el cual cada familia estadounidense tiene 2.1 automóviles y hay 1.2 automóviles por cada persona con licencia para conducir. ¿Puede pensar en un activo que se deprecie más rápido y que haga menos sentido subsidiar?

3. Fuerza a que los contratos existentes de hipotecas en problemas se revisen para permitir pagos menores y tasas de interés más bajas. Evidentemente, el costo de esta “loable” medida se reflejará en las hipotecas nuevas y, eventualmente, limitará la capacidad de la gente para comprar inmuebles.

4. En general, da más ayuda a los bancos que han sido más descuidados y que han asumido más riesgo. En términos relativos, entonces, resulta que quienes fueron conservadores y cautelosos cometieron un error. Aquí se trata de arriesgar tanto como se pueda pues las pérdidas las asumirá el público y las utilidades serán para los accionistas.

Dándole granadas a los niños

Pero más aún, Obama cometió el grave error de dejar que el congreso demócrata diseñara el plan de estímulo fiscal. En éste ocurrió lo mismo que pasaría si usted decide darle una American Express de platino a una adolescente de quince años y la deja en la Quinta Avenida con la consigna de que mientras más gaste, mejor. Créame, va a hacer algunas compras bastante malas y difícilmente utilizará parte del gasto para ir a abrir una cuenta de inversión pensando en su futuro.

Los congresistas demócratas “vieron burro y se les antojó viaje” (dicho mexicano). Es decir que, al ver la puerta del gasto abrirse, condicionaron su apoyo a incluir en el paquete decenas de miles de millones de dólares de gastos en proyectos que benefician a sus diferentes clientelas. Pero, como he dicho antes, cada dólar de gasto superfluo tendrá que financiarse o recaudarse.

Conclusión

Mientras más se tarden en tomar las decisiones difíciles, más se agravará la situación. Hasta ahora, lo único que han hecho es garantizar que cada dólar que están malgastando en paliativos retardará también la fase de recuperación que naturalmente se hubiera dado.

Créame, proponer una nacionalización como única solución factible va en contra de todo lo que creo. Pero estamos en una situación extremadamente delicada y, por ello, el gobierno tiene que tomar control de algunos bancos para dar la confianza que necesita el mercado al estar detrás de sus raquíticos balances; debe contratar a banqueros profesionales para que vayan limpiando los balances con orden, separando activos tóxicos de aquellos que no lo son, y utilizando los mecanismos que el mercado vaya permitiendo para venderlos. Así, eventualmente se puede generar una ganancia que beneficie a los contribuyentes fiscales, dueños de hecho de esos bancos. Posteriormente debe reprivatizarlos por medio de subastas abiertas y transparentes.

En los balances de los bancos hay alrededor de siete billones de dólares de activos de mayor calidad que se irán contagiando conforme la insolvencia de los bancos se siga profundizando. Las opciones para financiarse con incrementos de capital han desaparecido pues el valor de mercado de estas instituciones se sigue acercando a cero. Por otro lado, no se puede pretender que Estados Unidos podrá seguir financiando su déficit fiscal ad infinitum pues los recursos que provenían de China y de los países con grandes superávit son cada vez más escasos y éstos los requerirán para sus propias inyecciones fiscales en esta depresión que hoy es incuestionablemente global.

Ha llegado el momento para dejar de dar discursos. Este es un momento para tomar decisiones inteligentes y para tener…agallas.

Jorge Suárez-Vélez
Febrero 18, 2009

[1] El economista ingles John Maynard Keynes defendía que el ciclo económico puede ser suavizado utilizando estímulos monetarios y gasto público. La teoría neoclásica, posterior a Keynes, está en desacuerdo con el potencial de estas medidas para alcanzar niveles de “pleno empleo” y defiende que lo que permite que se alcance equilibrio en la economía son los ajustes en los precios.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Estimad Sr. Suarez; no he alcanzado a leer toda la nota sólo una parte y la veo plagada de errores, a saber: Usa es como es por aplicar políticas socialistas puertas adentro contrariamente a lo que pregona para su patio trasero (America latina). Busch buscó hacer política liberal y mire lo que provocó. Y alemania, Francia, canadá, Suecia, etc son lo que son por aplicar una política nacional y popular. Venezuela es lo que es por décadas de política económica liberal.
Segundo: YPF daba ganacias hasta la década del 70. Fue endeudada ex profeso por economistas y políticos liberales para poder entregarlas a las multinacionales extranjeras a precio vil. fue ese endeudamiento y no la cantidad d eempleados lo que generaba pérdidas. Si Ud trabajó en la privatización, debería saberlo. Hoy se llevan el petróleo de Argentina sin que sus habitantes, (los verdaderos dueños de este recurso natural)puedan tener una mínima participación en las suculentas gcias que se generan.
en tercer lugar, antes de aplicar una política económica deberá tener en cuenta las consecuencias sociales. Así, las privatizaciones en Arg. provocaron una gran cantidad de despidos y hoy estamos pagando las consecuencias, por ej en inseguridad, epidemias, educación pobre, etc. Todas calamidades producidas por el egoísmo que las políticas liberales producen en la sociedad. El tema es muy largo y me gustaría poder explayarme más. Estoy convencido de que aquello que nos hace bien es justo lo contrario de lo que se aplicó en la década del 90.
Muchas gracias por permitir expresarme.
Fernando.


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